Un discurso cobarde al dictado de un sofá vacío

Una cosa buena tiene el que no se espere gran cosa de ti y es que las posibilidades de defraudar son mínimas. Eso es exactamente lo que me pasa a mi con Felipe VI (en general y, ayer con su Mensaje de Navidad, en particular) y, en ese sentido, cumplió las expectativas. No aportó nada, más allá de poner nombre al conflicto catalán en lugar de referirse a únicamente a la unidad de España, com hacúa su padres y tantas y tantas veces hace Rajoy.

Y digo conflicto, porque lo es, porque el hecho de impedir que una parte de pueblo se exprese libremente, que no se avance en modo alguno por resolver un problema, es un conflicto. Y, en cierto modo, recadito para Rajoy con su "los desencuentros no se resuelven con rupturas emocionales o sentimentales", aunque en el caso de Rajoy ha sido más el miedo, que como hemos comprobado durante estos tres años de legislatura, lo tiene más que vergüenza.

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