El lado bueno de las cucarachas


Llega el verano y, especialmente en las noches cálidas, vemos cada año el desfile de ese insecto tan impopular del que se ha llegado a decir que sobreviviría un ataque nuclear (mito falso, por supuesto): la cucaracha. Si usted es de los que dicen “pues yo casi no he visto”, sepa usted que se tiende a decir que por cada cucaracha que descubrimos en casa, la media es que haya otras 100 escondidas.

A fin de cuentas, se estima que en el mundo hay entre 5.000 y 10.000 especies diferentes de cucarachas, aunque las que podemos encontrar en nuestros hogares son básicamente cuatro: la cucaracha de banda marrón (Supella longipalpa), la cucaracha alemana (Blatella germanica), la cucaracha oriental (Blatta orientalis) y la cucaracha americana (Periplaneta americana). Por los fósiles encontrados en diversos yacimientos, se ha podido averiguar que las cucarachas habitaron el Planeta antes que los dinosaurios, llevando en la Tierra desde hace, por lo menos, 300 millones de años.

Aunque es verdad que estos insectos son portadores de muchas enfermedades, pudiendo transmitir desde la salmonelosis a la tuberculosis o el tifus, no es menos cierto que también tienen su aporte positivo al Planeta, más allá incluso de disparatados experimentos como las cucarachas entrenadas para rescatar personas en derrumbes.

Primeramente, por el lugar que ocupan en la cadena alimentaria, siendo fuente de reptiles y pequeños roedores que, a su vez, los son de otros depredadores de mayor tamaño, desde aves a mamíferos como los felinos.

Pero sin duda alguna, una de las curiosidades más desconocidas de estos insectos es el beneficio que aporta a las plantas y, más concretamente, a través de su contribución al ciclo del nitrógeno, que resulta esencial para el crecimiento de la flora en los bosques.

La importancia del nitrógeno

¿Por qué es tan importante el nitrógeno para los árboles? Por su presencia en las principales biomoléculas de la materia vegetal, hasta el punto de que es un partícipe fundamental en procesos como la síntesis de clorofila, favorece la multiplicación celular y estimula el crecimiento.

El problema para las plantas viene por el hecho de que, aunque tienen otras vías para fijar el nitrógeno, la cantidad de éste que pueden tomar del suelo a través de sus raíces es mínimo. Los suelos presentan un importante déficit de nitrógeno, hasta el punto de que se convierte en uno de los nutrientes que más limitan las cosechas. De ahí que muchos fertilizantes guarden en su composición elevadas cantidades de nitrógeno.

¿Y qué pintan aquí las cucarachas? Pues, básicamente, que son fuentes generadoras de nitrógeno. En primer lugar, porque el plato delicatesen de las cucarachas es una buena ración de materia orgánica en descomposición, cuya estructura química guarda grandes cantidades de nitrógeno. Al excretarlo en la tierra, propician que las heces liberen más fácilmente los compuestos nitrogenados que los árboles absorben.

Por otro lado, las cucarachas presentan otra particularidad, y es que, a diferencia de lo que hacen la mayoría de los insectos con el exceso de nitrógeno que generan, que lo eliminan en forma de ácido úrico, las cucarachas son capaces de reciclarlo y almacenarlo en forma de nitrógeno en su cuerpo para cuando vengan tiempos de vacas flacas en los que el alimento escaseé. Esto explicaría porque, a pesar de que su vida media es de siete u ocho meses, las cucarachas son capaces de aguantar un mes entero sin comida alguna.

¿Y cómo consiguen generar nitrógeno a partir del ácido úrico? Pues hace un año, investigadores del Instituto Cavanilles de Biodiversidad y Biología Evolutiva de la Universidad de Valencia descubrieron dieron con la clave: En realidad, la verdadera artífice del proceso es una bacteria llamada Blattabacterium cuenoti que, gracias a la relación simbiótica que mantiene con su huésped, en este caso la cucaracha, genera una nueva ruta metabólica para obtener nitrógeno a partir del ácido úrico.
Next Post Previous Post

Sin comentarios