Syriza ha vuelto a imponerse en su tercera cita a las urnas en nueve meses.
Hay que admitirle el mérito, como hay que destacar una nueva derrota de
la derecha de Nueva Democracia, que se ha quedado a siete puntos de los
de Tsipras. Sin embargo, ni en Grecia ni mucho menos en el resto de
Europa se ha visto la explosión de alegría que se experimentó nueve
meses atrás, ni siquiera la vivida con el renferendum.
Y es que en un país donde el voto es obligatorio que la abstención haya rondado el 45%
(un 8% más que en las primeras elecciones) cuando se sigue jugando
tanto es muy significativo. La ilusión se ha esfumado y Tsipras ya no
sale reforzado. Muchos de los que han vuelto a votarlo lo han hecho con
más resignación que fervor.
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