Susana Díaz lo tiene claro: su enemigo es Pedro Sánchez. Si algo ha demostrado la dirigente socialista es su deslealtad a su secretario general -al que ella puso, no olvidemos- y a su propio partido.
Las ansias por llegar a La Moncloa le llevan a dar más palos de ciego
de los que pueden pasar inadvertidos. La última prueba de ello su oposición a que Sánchez intente gobernar en minoría antes que ir a unas terceras elecciones.
Con
85 disputados, Díaz es ahora partidaria de realizar una oposición
fuerte o, lo que es lo mismo, haber dejado gobernar a PSOE.
Curiosamente, cuando Felipe González propuso esto hace un par de meses, la presidenta andaluza se opuso frontalmente.
En lo único en lo que ha sido regular ha sido en, por un lado, hacer la
puñeta a Sánchez, convertido en un cadáver político desde hace meses y,
por otro, en su incoherencia. En eso se parece a Albert Rivera, capaz
de cambiar radicalmente de postura en cuestión de horas con tal de
acercarse al sol que más calienta. Quizás por eso, PSOE y Ciudadanos van
tan de la mano en Andalucía.
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