Continúa el revuelo en EEUU. Desde que sus Servicios de Inteligencia acusaran a Rusia de haber robado datos del Comité Nacional Demócrata
(DNC, por sus siglas en inglés), impactando en las elecciones
presidenciales y perjudicando a Hillary Clinton, han corrido ríos de
tinta.
Rusia, por supuesto, ha negado cualquier tipo de implicación en el asunto, del mismo modo que años atrás lo hizo EEUU en lo que se refiere al virus Stuxnet
para sabotear las centrifugadoras nucleares de Irán. Al otro lado,
hasta 17 agencias gubernamentales de EEUU coinciden en señalar a Moscú
como autor de los ataques. Hasta donde se va sabiendo, siempre por
fuentes norteamericanas, en el DNC se habría infiltrado dos
ciberunidades para perpetrar los ataques: Cozy Bear y Fancy Bear.
En un reciente artículo publicado por The New York Times, se narra cómo Rusia habría fichado a hackers estrella para su ciberguerra.
Es el caso de Aleksandr B. Vyarya, de 33 años, al que, según cuenta el
diario, le propusieron unirse a las fuerzas armadas rusas después de
haber demostrado su habilidad como programador para desbaratar los
planes de hackers malintencionados.
Tal y como describe la
información, Vyarya rechazó la oferta puesto que mientras que su
objetivo era proteger contra ataques informáticos, a lo que se le invitaba era a participar en una suerte de ciberguerra sucia. Este modus operandi para fichar talento es más que habitual, como también lo es apoyarse en las redes sociales.
Ya
en 2013, el ministro de Defensa Rusia, Sergei K. Shoigu, contactó con
los rectores de universidad durante un encuentro en Moscú para hacer de
cazatalentos entre los mejores programadores. Shoigu tenía claro que buena parte del futuro militar pasa por estos batallones científicos y hace tres años abrió la veda para la caza mayor de talentos informático (matemáticos y programadores, fundamentalmente).
Suyo es, por ejemplo, el programa Vesti Nedeli, en el que no dudó en comparar los ataques cibernéticos con armas de destrucción masiva.
En esa misma línea, el presidente ruso Vladimir Putin se ha referido en
alguna ocasión, en el seno del Consejo de Seguridad, a las armas
letales de ataque a la información. Ese es el hilo argumental para crear
unas fuerzas especiales de seguridad de la información, que desarrollen
su labor tanto en el plano defensivo como ofensivo.
El medio digital ruso Meduza
cuenta cómo el viejo edificio Quantum, levantado en 1978 en las afueras
del distrito Hovrino de Moscú, se ha convertido en una parte esencial
de la ciberdefensa/ciberataque ruso. El edificio gris de cinco pisos,
rodeado de alambre de espino, fue antaño un centro de investigación para
la fabricación de los primeros ordenadores rusos.
Aunque el medio
estadounidense habla de opacidad en los programas de ciberguerra,
sucede exactamente lo mismo con los de EEUU. De hecho, en este mismo
blog ya hemos hablado con anterioridad de las bombas lógicas, del Ley de Manual de Guerra estadounidense donde se destaca, por ejemplo, cómo abrir a base de código malicioso un dique por encima de una zona poblada arrasando con todo a su paso.
En
cuanto a la caza de talento informático, es sobradamente conocido que,
por ejemplo, el FBI recurre al sector privado para ficharlo. Así lo
ponía de manifiesto este mismo años su director, James Comey, durante
una entrevista. Eventos como DefCon o Black Hat, por ejemplo, son magníficas plataformas para identificar a los genios del código que podrían unirse al fly team, que es como se conoce internamente al Cyber Threat Team y al Cyber Act Team (CAT), capaces de desplegarse en cualquier momento para responder a ciberataques.
Y, como sucede en el caso ruso, reclutar este talento no siempre es sencillo. En un pasado informe del Departamento de Justicia de EEUU se destacaba cómo no habían conseguido cubrir 52 de los 134 puestos de informático para su Ciberiniciativa de Próxima Generación, alumbrada hacer cuatro años, precisamente, para predecir y prevenir los ciberataques.
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