El valor de la palabra no existe. Se ha perdido. Da igual donde
miremos, a qué esfera nos remitamos, se ha perdido, se evaporó.
Inevitablemente, la mente se nos va al presidente de Murcia, a cómo se aferra a un cargo a pesar de que él mismo había prometido su dimisión si era imputado.
Es un incumplimiento más de la palabra en el ámbito de la política,
donde decir la verdad, donde comprometerse a algo y cumplirlo resulta
cada vez más extraño.
No voy a subir los impuestos, pero los
subo; no es no, pero luego es sí; seremos un partido horizontal y ya
hemos adoptado la vertical... da igual donde miremos, que la palabra se
ha perdido... y no sólo en política.
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