Tu tarjeta de crédito en el número Pi

Como para prácticamente todo existe un día internacional, hoy es el turno para el número Pi. Se lo debemos al físico Larry Shaw, que lo propuso en 1988 en el Museo de Ciencia de San Francisco. La elección del día no es casual, haciendo coincidir mes y día (3.14) con el inicio de esta constante matemática. A partir de ahí, quienes sean amantes de las casualidades tienen un campo abierto: Albert Einstein nació el 14 de marzo de 1879 y Stephen Hawking murió el 14 de marzo de 2018.

3,14159265358979323846264338327950288419716939937510..., esto es, el número Pi, representa la relación entre la longitud de la circunferencia de un círculo y su diámetro; un valor que siempre es el mismo para cualquier círculo, independientemente de su tamaño. En realidad, tiene mucha más importancia de la que se le otorga, puesto que en el mundo de la ingeniería y la ciencia en general se utiliza para tareas tan dispares como la construcción de una tubería como del cálculo de las rutas aéreas en forma de arco para optimizar el vuelo en cuanto a trayecto y combustible.

No está del todo claro quién descubrió este número irracional, pero se estima que podrían haber sido los babilonios hace cerca de 4.000 años, si bien es cierto que fue el matemático gales William Jones el primero que utilizó el símbolo π (llamado Pilish) que ahora usamos para Pi hace más de 250 años y que se corresponde con la decimosexta letra griega, que es la primera letra de palabras griegas como ‘perímetro’. Los teóricos indican que mientras que los babilonios utilizaban la relación 25/8 (3,125) para Pi, los egipcios empleaban la de 256/81 (3,160).

Sería Aristóteles, hace unos 2.300 años, quien mostraría con más rigor cómo calcular el valor de Pi, algo que para su época fue innovador considerando que para un matemático de la época  en algo infinito era algo inconcebible.



Se dice que, dado que se trata de una sucesión de números interminable, Pi es capaz de contener los números del 0 al 9 en absolutamente todas las combinaciones posibles, lo que significaría que en algún lugar de su cadena numérica sin fin se encuentra desde nuestro número de teléfono a nuestra tarjeta de crédito o el código del cajero automático. Sería una suerte de Biblioteca de Babel, el cuento del gran Jorge Luis Borges en el que describía una biblioteca capaz de contener todos los libros posibles del mundo.

Hasta tal punto hay quien defiende esta teoría sin comprobar que aseguran que si convirtiéramos las novelas en números, asignando a cada letra el número de la posición que ocupa en el alfabeto, dentro de Pi encontraríamos El Quijote, por ejemplo. Si quiere hacer la prueba, al menos, en los 200 primeros millones de números, puede hacerlo en la web Pi Search.

Aunque el número puede calcularse con relativa facilidad con ayuda de un transportador de ángulos, no se fíen: el matemático británico William Shanks se hizo famoso por calcularlo manualmente hasta en 607 posiciones en el siglo XIX; falló: años más tarde se descubrió que el número en la posición 527 estaba equivocado, lo que hacía que el resto de sus cálculos fueran incorrectos por defecto. En la actualidad resulta más sencillo, de hecho, hace tres años, el suizo Peter Trueb utilizó hasta 24 discos duros y un programa informático para calcular más de 22 billones de dígitos de la constante matemática (sólo leerlo a un ritmo de una cifra por segundo nos llevaría cerca de 700.000 años). Algo menor es la cantidad que ostenta el récord Guinness de memorizar: hasta 70.000 decimales de Pi memorizó en 2015 Rajveer Meena, en India.

¿Realmente es necesario conocer tantos decimales? En realidad no y para muestra un botón: los ingenieros de la NASA sólo utilizan 15 decimales para calcular las trayectorias interplanetarias.
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