Europa no reacciona ante la carencia de materiales estratégicos

 


Movida por la preocupación ante el acceso a determinadas materias primas críticas, la Comisión Europea creó su primera lista de materiales estratégicos en 2011. Si en 2011 la lista de estos materiales contenía 14 elementos, la última revisión de 2020 ya doblaba a la primera, con 30 materiales críticos. A pesar de ello, las políticas y el impulso de la investigación no reaccionan.

Cada tres años desde su creación, la lista de estas materias primas críticas se actualiza, creciendo en cada una de estas revisiones. De los 14 materiales originales, se pasó a 20 en 2014, 27 en 2017 y los actuales 30 de 2020 que, previsiblemente, se verán incrementados en la actualización del año que viene. Entre las novedades incorporadas a la última lista –pendiente de actualización en 2023- se encuentran bauxita, litio, titanio y estroncio. Otras, como el helio, desaparecen de la lista, más por su menor importancia económica aunque inquieta la concentración de su suministro, dominado por EEUU con sus yacimientos de Texas. Otras materias como el níquel también preocupan y son seguidas de cerca, pues su incorporación en la generación de baterías va en aumento.

Poder contar con ellos no sólo resulta crucial para la práctica totalidad de las industrias en diversas etapas de la cadena de suministro, siendo el sector tecnológico uno de los más afectados -un teléfono móvil actual contienen alrededor de medio centenar de diferentes metales, gracias a los cuales sus dimensiones y peso son reducidos sin mengua del rendimiento-, sino que la sostenibilidad depende de ellos. Las energías limpias generadas a partir de paneles solares o turbinas eólicas serían inviables sin estos materiales estratégicos, así como los vehículos eléctricos o los sistemas de iluminación de bajo consumo.

Desde que hace más de una década atrás se detectara la criticidad de estos materiales, no se han llevado a cabo en Europa los esfuerzos que se requieren. La recuperación de este tipo de materiales a partir de residuos extractivos o vertederos continúa siendo insuficiente, lo que termina por generar, además, una dependencia de otros países que sacan partido de su monopolio sobre determinados materiales.

Si tomamos el ejemplo de las baterías de iones de litio (Li-ion), utilizadas en la mayor parte de los dispositivos electrónicos, éstas contienen hasta media docena de materiales críticos incluidos en la última lista de la Comisión Europea, como son el grafito, silicio, titanio, niobio, litio y cobalto. Europa únicamente cuenta con el 1% de las materias primas necesarias para la fabricación de estas baterías, dependiendo de terceros.

El 54% de las reservas mundiales de cobalto se encuentra en la República Democrática del Congo, seguida de China con un 8% o Canadá con un 6%. Alrededor del 90% de la producción mundial de minas de litio se produce en Chile (40%), Australia (29%) y Argentina (16%), en su mayoría a partir salmuera y el mineral espodumeno. China, por su parte, posee el 45% de las refinerías de litio a partir de rocas minerales.

Estas dependencias generan cuellos de botella en la producción y fluctuaciones disparatadas de los precios por parte de los países que cuentan con las mayores reservas de materiales críticos. Europa se encuentra en una especial situación de vulnerabilidad, dado que salvo en contadas excepciones como sucede con el hafnio y el estroncio –concentrado en España-, apenas cuenta con yacimientos de estas materias primas. Así las cosas, la dependencia de países como China es absoluta, pues nos provee del 98% de los elementos en tierras raras. No es el único país del que depende Europa, puesto que el 98% del suministro de borato procede de Turquía y el 71% el platino de Sudáfrica que, además, también nos surte mayoritariamente de iridio, rodio y rutenio.  

Por este motivo, los esfuerzos europeos deberían dirigirse no tanto a nuevas acciones extractivistas como a desarrollar tecnologías que favorezcan la recuperación y reciclaje de estos materiales. Además de una cuestión de competitividad, se trata de una exigencia de sostenibilidad, pues la lista de materias críticas crece en cada actualización. Si para los 14 materiales estratégicos se evaluaron 41, para los 30 actuales el foco se ha puesto en 83, incluidos los elementos procedentes de tierras raras.

Urge impulsar más proyectos de recuperación de estos materiales y búsqueda de alternativos. La tasa de reciclaje de elementos de tierras raras en Europa es del 7% o del 3% en el caso del grafito natural. En otros casos, la tasa de reciclaje mejora al final de la vida útil del material, como sucede con el 35% del cobalto o el 42% del tungsteno (volframio). Los beneficios de estas estrategias van más allá de la soberanía tecnológica; siendo cruciales para la sostenibilidad y la conservación de un recurso cada vez más escaso, como el agua. Como ejemplo de ello, si para extraer metales de tierras raras a partir de mineral se utilizan entre 5.500-7.200 MJ de energía por kilogramo y 1.275-1.800 metros cúbicos de agua por tonelada, si se extrajera a partir de desechos es de 1.000-5-000 MJ/kg y 250-1.250 m³/tn.

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