Argentina consigue su deseado cambio, pero a qué precio

 

Milenio

El ultraderechista Javier Milei (La Libertad Avanza) arrasa en Argentina. Con un 56% de los votos (frente al 44% del líder oficialista Sergio Massa de Unión por la Patria), el país ha obtenido el cambio que pedía. Hacer presidente al ministro de Economía que ha llevado a Argentina a sufrir una inflación del 140% no parecía razonable; sin embargo, llevar a la presidencia a quien defiende al dictador Videla y presume en su programa de suprimir derechos fundamentales y eliminar el Banco Central dolarizando la moneda es una locura. Argentina agonizaba y ha optado por la eutanasia

Ponerse en el pellejo del pueblo argentino es complicado desde el otro lado del Charco. El hartazgo que sufre tras décadas de vivir en una eterna crisis es asfixiante, tanto que finalmente ha abierto la puerta a Milei con la esperanza de que entre aire fresco. Habiéndose impuesto en 21 de las 23 provincias y en Buenos Aires, el líder de La Libertad Avanza llega a la Casa Rosada impulsado por el deseo de los argentinos y argentinas de dar un golpe de timón. Ha podido el odio y la decepción hacia el peronismo, como ilustró la propia candidata Patricia Bullrich (Juntos por el Cambio) apoyando al ultraderechista pese a que éste la calificó de "montonera asesina que ponía bombas en jardines de infantes".

No es problema único del peronismo, como se encargó de demostrar el lamentable gobierno del neoliberal Mauricio Macri. Sin embargo, el voto masivo a Milei recuerda a aquel viejo cuento sufí en el que un hombre acude a un sabio, agobiado porque su casa es muy pequeña y vive en ella demasiada gente. El sabio le recomienda entonces que meta una cabra, lo que pese a su escepticismo, incluso, enojo, termina haciendo el hombre. Cuando regresa una semana después y el sabio le pregunta, se confirma lo esperado: la situación ha empeorado aún más, haciendo la convivencia insostenible. El sabio entonces recomienda sacar a la cabra y, una semana después, el hombre vuelve con una sonrisa de oreja a oreja.

El problema es que ni Argentina es una casa ni Milei una cabra; es un depredador que pretende arrasar con los subsidios a los colectivos más desfavorecidos, que quiere desmantelar servicios públicos como la Educación y la Sanidad y acabar con el peso argentino; eliminar derechos como el de interrupción del embarazo y las políticas de igualdad... Milei no estará una semana y, en caso de poder sacarlo de la Casa Rosada, quien llegue se encontrará con un páramo de país. 

Nadie podrá reprochar a Milei que no advirtió lo que haría, si finalmente lo hace. A medida que las conquistas sociales de derechos se vayan esfumando, quizás el pueblo argentino se pregunte si el cambio mereció la pena. No se podrán escudar entonces en que nadie se lo advirtió, en que no lo vieron venir. Desearon cambio y lo obtuvieron, sin barajar si éste empeoraría aún más su situación. 

Hoy es un día triste para quienes nos sentimos cerca de la Argentina, porque nuestro deseo de que nos equivoquemos choca frontalmente con la certeza de que no lo haremos. Queda el único consuelo de que el hara-kiri que se acaba de aplicar la nación en las urnas sirva al menos de escarmiento para el resto de países en los que se ha coqueteado con cambios similares. El tiempo lo dirá, pero a qué precio.

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