VOX va de farol con pocas luces

 Alberto Ortega / EP

VOX y PP continúan embarcados en esa absurda competición por ver quién es más patriota, entendiendo como tal quién hace más ruido y agita más las calles. En esa deriva delirante, los de Santiago Abascal se han marcado el farol de romper relaciones con el PP a nivel nacional. Han tenido pocas luces al no entender que, en realidad, ambas formaciones solo tienen relación a nivel autonómico y municipal, algo que los ultraderechistas no están dispuestos a quebrar porque hay demasiado dinero en juego.

Asumiendo el discurso avícola de Javier Ortega Smith, el secretario general de VOX, Ignacio Garriga, subió ayer muy gallito al atril para anunciar que su formación rompe relaciones con la dirección del PP, pero no con sus líderes territoriales. El motivo que esgrime para ello es que el PP "no quiere ir de la mano con VOX para parar el golpe de Estado". Sigue Garriga empeñado en alimentar un discurso ‘guerracivilista’ en un intento por recrear lo que sus añorados líderes hicieron en 1936. Si de veras se hubiera producido un golpe de Estado, ni él ni la versión espigada de Torrente podrían manifestarse como lo hacen insultando, incluso, a las fuerzas del orden.

Más allá de esas ensoñaciones fascistas, no parece muy inteligente marcarse el farol de romper con los de Génova al tiempo que después siguen mano a mano con ellos en más de 140 ayuntamientos y en Comunidades Autónomas como Castilla y León, Extremadura, Aragón, Murcia, Islas Baleares o País Valencià. ¿En qué lugar les deja compartir gobiernos con los que consideran colaboradores indirectos de quienes están rompiendo España? Además, no es la primera vez que se marcan el farol, con Castilla y León ya lo han hecho en varias ocasiones, incumpliendo la primera regla del jugador de póker: no hagas del engaño tendencia.

La realidad es tozuda y mucho más cruda para la extrema derecha, que pasa por sus horas más bajas en España y necesita la financiación pública y el poder que le otorga esa representación oficial. Hoy por hoy, su presencia en estas instituciones es una suerte de respiración asistida en la UCI en la que yace VOX, que ayer lunes se quedó fuera de las Mesas de las Comisiones del Congreso de la misma forma que en su día lo hizo de la Mesa del Congreso: por el desplante del PP.

La financiación y la influencia que puede ejercer desde sus cargos oficiales en ayuntamientos y comunidades no es el único motivo para extender su matrimonio de conveniencia con el PP, también lo es no perder la oportunidad de sacar los pies del tiesto democrático para seguir en el foco mediático, afirmando por ejemplo que hay “razas superiores a otras”.  

Así las cosas, lo que sorprende no es tanto que VOX no rompa en esos territorios con el PP, sino que no se produzca la ruptura a la inversa. Los de Feijóo, no solo no se ponen del lado de la Constitución, sino que son quienes más aire le insuflan a los ultraderechistas que boquean como el besugo pescado. El endurecimiento de su discurso y el nombramiento de personajes lenguaraces como los taberneros Miguel Tellado y Rafael Hernando o la viperina Cayetana Álvarez de Toledo, le dan alas a VOX, que parece ser quien le marca el ritmo a los de Génova.

En cada punto de Europa en los que la extrema derecha ha terminado triunfando se produjeron dos errores idénticos: en primer lugar, el fracaso de la izquierda a la hora de llegar a los colectivos más desfavorecidos; en segundo, la imitación de los modelos fascistoides por parte de la derecha más moderada para intentar imponerse a ellos. Ambas situaciones se han dado en España y por eso los de Abascal llegaron a contar con 52 escaños en el Congreso. Hoy, en cambio, no pueden ni presentar una moción de censura, aunque con 33 sillones siguen siendo la tercera fuerza política y eso es algo que no habría que menospreciar. Tener pocas luces no le hace a uno menos peligroso, más bien al contrario.

(Artículo en Público)

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