Milei retrata al PP


La alianza ultraderechista que ha tenido lugar el pasado fin de semana en Madrid ha puesto en evidencia la falta de proyecto de la extrema derecha, que plaga sus discursos de insultos al adversario político. El presidente de Argentina, Javier Milei, ha terminado por eclipsar al resto de líderes ultras, incluido el anfitrión Santiago Abascal (Vox), que ha tenido que recurrir posteriormente a las redes sociales para subir aún más el tono para cobrar protagonismo. Cuando para brillar sólo se recurre al agravio al rival es que, en realidad, no se es brillante. 

La crisis diplomática que ha abierto Milei, en contra de la cual se ha posicionado todo el Congreso con la salvedad de PP y Vox, no es más que una cortina de humo. Plantarse ante el atril en un pabellón de Vistalegre con el cartel de aforo fascista completo y hablar de su gestión en Argentina no era lo que nadie quería oír. Debe ser duro admitir que la pobreza se ha disparado en Argentina, no ha bajado los impuestos, las personas que sufren cáncer han dejado de recibir su tratamiento y la inflación continúa superando el 100% mientras el Gobierno tiene superávit, ingresando mucho más de lo que gasta.

Con ese panorama, el recurso de Milei es el insulto, el ataque a la izquierda con un discurso plagado de mentiras, cifras manipuladas y un lenguaje tabernero impropio, no ya de un mandatario, sino de una persona decente. Las huestes de seguidores jalean fuera de sí, entregadas a lo irracional, al odio y la violencia que el propio Abascal alimenta hablando de "echar a patadas" al gobierno legítimamente elegido. 

Hubo un tiempo en que el PP, pese a proceder de donde viene y tener inserto en su ADN el gen fascista, mantenía cierta altura política, un sentido de Estado mínimo que no habría normalizado el acto ultraderechista auspiciado por Vox. Sin embargo, aquella pátina democrática era tan fina y aplicada en una época tan concreta que a medida que los fascistas se han sacudido complejos se ha ido descascarillando, sacando a la luz el verdadero rostro. Lo pudimos comprobar durante la campaña catalana, cuando Alberto Núñez Feijóo no dudó en manipular datos de okupación y estigmatizar a las personas migrantes. No sumarse al resto del hemiciclo contra Vox y sus aliados fascistas sitúa al PP exactamente en el mismo punto que a los de Abascal, algo que dudo mucho que vaya a beneficiarle electoralmente y que, desde luego, perjudica a España. 

Por otro lado y en la semana en la que comienza oficialmente la campaña electoral europea, agitar únicamente el miedo a la extrema derecha en estas elecciones sería una error. Si bien es cierto que es preciso ser conscientes del futuro negro que nos espera si dominan las fuerzas fascistas, la izquierda ha de presentarse con su batería de propuestas y propósito de enmienda, pues sin ayuda de los ultras nos están dejando ya una Europa que no cumple con los mínimos estándares de respeto a los Derechos Humanos.

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