Soberanía digital europea a media asta
Europa lleva años fracasando en la construcción del denominado Mercado Único Digital. Tras el demoledor Informe Draghi, el último intento se plasma ahora en EuroStack, dentro de su estrategia para competir con EEU y China. Presentado a principios de año, EuroStack persigue el desarrollo de un ecosistema digital integrado, con una cadena de valor completa que abarque software, servicios, hardware y soluciones. ¿Será este el intento definitivo?
El Informe Draghi fue contundente a la hora de advertir que la Unión Europea (UE) no está aprovechando al máximo la “revolución digital”, instando a los líderes europeos a no repetir la historia al “dejar escapar las promesas de la Inteligencia Artificial”. Con ese punto de partida se elaboró EuroStack, bajo cuya nomenclatura se encuentra una estrategia de inversión en infraestructura digital pública europea con la que reducir la actual dependencia de actores no europeos para el servicio a los ciudadanos, empresas e instituciones de la UE.
Entre los puntos sobre los que se articula EuroStack destacan la desregulación que favorezca una Política Industrial Digital Europea (PEDI); un enfoque federado que comience agregando lo mejor de los activos ya existentes; un aumento de las inversiones públicas, así como de los incentivos para las inversiones privadas y la posible colaboración con otros países que compartan objetivos comunes y tengan acceso a ciertos insumos. Todo ello debería ir siendo analizado con todo detalle mediante el establecimiento de métricas claras y precisas.
Desarrollar una Infraestructura Pública Digital (DPI) implica abordar actuaciones a nivel físico y de hardware, con un impulso a la fabricación de chips, un fortalecimiento de la computación y la nube y una mayor conectividad aprovechando las redes basadas en software y la virtualización, así como el 5G y el 6G. En el plano lógico y de software también se requieren acciones inmediatas, apostando por el software libre y reutilizable, confiando en los estándares y la interoperabilidad. Finalmente, nada de estos cobraría sentido si no existiera una intermediación, es decir, una gobernanza que ponga en contacto a los participantes del ecosistema para, según detalla el documento, distribuir el valor de los efectos de la red entre aquellos que construyen en EuroStack en lugar de entre las plataformas.
Sin menospreciar los dos primeros puntos, en el que resta un camino aún más largo y tortuoso por recorrer es en el último, cuya consecución se me antoja más complicada a la luz de las experiencias pasadas. Un reciente informe auspiciado por la Fundación Bertelsmann analiza EuroStack como alternativa europea para la soberanía digital. Este informe resulta muy esclarecedor porque comparte una radiografía sencilla de la actual coyuntura tecnológica a nivel geopolítico, tomando como base la pila tecnológica sobre la que se define EuroStack. (imagen superior)
Siendo un análisis mucho más enriquecedor que el propio documento-propuesta de EuroStack, sigo echando en falta en este informe más reflexiones en torno a la gobernanza, máxime cuando señala al más que evidente problema europeo de fragmentación de su mercado interno, que frena la innovación en toda Europa. El papel de la Comisión Europea y, en particular, de la Dirección General de Redes de Comunicación, Contenido y Tecnologías, no ha sido suficiente para atajar el déficit de soberanía digital.
El hecho de que existan diferentes regulaciones nacionales y las prácticas de contratación pública sean inconsistentes ha terminado por “dificultar la escalabilidad y la competitividad, especialmente en áreas críticas como el intercambio de datos, los estándares de la nube, el IoT (Internet de las Cosas) y la seguridad desde el diseño”. Curiosamente y como ya se evidenció en el último artículo de este espacio, Defensa y Seguridad son las parcelas en las que más pronunciada es esta fragmentación.
Los expertos del informe destacan algunos logros en materia de coordinación, incluidos instrumentos a acelerar como los EDIC (Consorcios de Infraestructura Digital Europea) y los IPCEI (Proyectos Importantes de Interés Común Europeo), pero ello no es óbice para advertir que todavía existen muchos instrumentos “lentos, rígidos y excesivamente complejos, incapaces de seguir el ritmo de los rápidos avances tecnológicos, de mercado y geopolíticos”. En esencia, “Europa carece de instrumentos de política industrial integrados, ágiles y coordinados capaces de ejecutarse eficazmente”, lo que deriva en una pérdida de oportunidades. La situación en política exterior económica no es mucho mejor. Según denuncia el documento, hasta la fecha “el limitado apoyo de la UE ha obstaculizado el éxito de las soluciones digitales europeas en los mercados internacionales”.
Entre las escasas medidas que se proponen destaca la creación de un órgano de gobernanza independiente, una estructura centralizada al estilo del Banco Central Europeo. Su misión, según indica, sería la de supervisar aspectos clave como la interoperabilidad, la rendición de cuentas pública y la implementación ética de las tecnologías digitales.
La soberanía digital debería tener la entidad suficiente para que su coordinación y ejecución no se diluyan como hasta ahora en una multiplicidad de organismos. De nada sirve hablar de la creación de un Fondo Europeo de Soberanía Tecnológica de 10.000 millones de euros iniciales –que en una década habría de movilizar 300.000 millones- si no sólo no hay una hoja de ruta perfectamente definida sino que, además, no se monitoriza su cumplimiento y adaptabilidad a las circunstancias cambiantes. Urge una estructura permanente que coordine los esfuerzos de los estados miembros, fije las prioridades compartidas y garantice la alineación de recursos. De otro modo, Europa volverá a matar moscas a cañonazos.
(Artículo en Público)
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