Legitimidad democrática fascista

 Archivo. Europa Press

Esta semana dos policías se personaron en el despacho del diputado andaluz José Ignacio García para entregarle una querella en la que se le acusa de “generar un estado de opinión que cuestiona la legitimidad democrática”. El portavoz de Adelante Andalucía salió en defensa de la transparencia y una investigación exhaustiva sobre la muerte de Mamouth Bakhoum, senegalés con permisos de trabajo y residencia, que murió ahogado en el Guadalquivir tras una persecución policial. Haber hablado de "racismo institucional, violencia policial y represión" le ha valido la querella a García.

El teniente fiscal del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA), José Rogelio Muñoz Oya, considera que las manifestaciones del diputado andaluz, realizadas fuera del parlamento autonómico, no pueden encuadrarse dentro de la libertad de expresión, sino más bien de “libertinaje de expresión”. Muñoz Oya realiza todo un ejercicio de memoria selectiva al pasar por alto las reiteradas declaraciones de, sin ir más lejos, el presidente de Andalucía, Juan Manuel Moreno Bonilla al acusar a Pedro Sánchez de estar “fuera de sí, en un punto de cesarismo que le lleva a tomar decisiones que nada tienen que ver con una democracia consolidada” o las de Elías Bendodo, acusando al Gobierno de utilizar al Tribunal Constitucional como “túnel de lavado” de los ERE.

Son dos ejemplos de los muchos que podrían tomarse en las filas de las derecha –no digamos ya en las huestes manifiestamente fascistas- , todas ellas realizadas fuera del marco institucional del Parlamento andaluz. Tachar de dictador al presidente del gobierno o cuestionar al más alto tribunal de garantías con que cuenta nuestro estado de derecho parecen temas menores para este teniente fiscal. Sencillamente, en esos casos, no le sugiere que Moreno Bonilla y Bendodo intenten “generar un estado de opinión que cuestiona la legitimidad democrática”.

Haría bien Muñoz Oya en leer el reciente informe Racismo policial en el Estado español, en el que se evidencia cómo el perfilamiento racial es una expresión del racismo estructural que se manifiesta en el procedimiento habitual de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, siendo este perfilamiento la entrada a abusos mayores.

A buen seguro que a este teniente fiscal le trae sin cuidado ese informe, como tampoco le agradará el último de Amnistía Internacional en el que alerta de cómo tras la llegada de Trump se ha acentuado aún más el retroceso de los derechos humanos. “La Administración de Trump está haciendo todo por anular los estándares internacionales y nacionales relativos a los derechos humanos”, apunta el informe, recordando cómo en todo el mundo se está amordazando a la disidencia. José Ignacio García forma parte en Andalucía de esa disidencia que planta cara a las derechas, más aún en una ciudad como Sevilla, reconvertida por el PP en la capital andaluza del fascismo tras asumir los postulados de Vox para poder aprobar sus presupuestos municipales.

Lo acontecido por el diputado de Adelante Andalucía, que ha solicitado amparo al presidente del Parlamento Andaluz esta misma semana, así como lo denunciado por Amnistía Internacional, se encuadra dentro de lo que se viene denominando la Internacional Ultra / Internacional Fascista. Yo soy más partidario de hablar de una Transnacional Fascista, dado que considero evidente que en estas políticas no sólo participan los actores institucionales, sino los económicos, educativos, sociales, etc. No le faltaba razón al historiador italiano Gaetano Salvemini cuando en 1936 hablaba en su libro Bajo el hacha del fascismo de “Estado corporativo” para referirse, al conglomerado de medios, economistas, universidades, sociólogos, etc. que extienden este modo tan inhumano de ver la vida.

En cierto modo, para abrazar esa transnacionalidad el fascismo ha renunciado a uno de sus principios básicos, el nacionalismo. La incompatibilidad de ambas es lo que en el pasado hizo fracasar una Internacional Fascista; no es que no se produjeran contactos, lo que sucede es que no se manifestaron tan abiertamente como los de la Internacional Comunista porque sabían que el fascismo internacional es una contradicción en sí mismo. En la actualidad se está intentando llevar a cabo pero como hemos visto en España con Vox y en el resto de la extremaderecha europea frente a la guerra arancelaria de Trump, saltan siempre lascosturas.

El filósofo de la Universidad de Yale, Jason Stanley, autor de Cómo funciona el fascismo y cómo ha entrado en tu vida, considera que el fascismo se ha convertido en una técnica para alcanzar el poder, pero precisa que ello no ha de implicar necesariamente que el gobierno que se alce sea fascista. No puedo estar más desacuerdo de tal afirmación, pues ciñéndonos a los hechos, ¿de veras es posible pensar que quien ha hecho uso de la violación de los derechos fundamentales para alcanzar el poder, una vez en él, va a renunciar a esas prácticas para conservarlo?

Llámenlos fascistas o ultras, ese debate ya lo plateó mejor que yo mi colega Pablo Batalla, lo que es evidente en España es que no son pocos quienes siguen el catecismo de Aznar, "el que pueda hacer, que haga". Como instrumentos, cuentan con la tergiversación y la mentira, que en última instancia, plasma la privación de libertad. ¿Cómo vas a ser libre si tus creencias y apoyos se sustentan sobre una realidad falsa?

La filósofa Hannah Arendt ya anticipó este fenómeno al afirmar que un fascista no se conforma con mentir; para lograr su propósito ha de transformar su mentira en una nueva realidad. Cuando lo logra y ese bulo cala en las personas, ya es posible convencerlas de cualquier cosa. Por este motivo es tan importante la cultura y la pedagogía, porque como ayer escuchamos de voz de José Sacristán en la lectura del discurso de ingreso en la RealAcademia Española (RAE) de Antonio Machado, “difundir la cultura no es repartir un caudal limitado entre los muchos para que nadie lo goce por entero, sino despertar las almas dormidas y acrecentar el número de los capaces de espiritualidad”, entendiendo por esto último como la humanidad de la que carecen quienes amenazan nuestros derechos humanos. 

(Artículo en Público)

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