Cuando en primarias, la militancia no importa
No es casual que la misma semana que Alberto Núñez Feijóo convoca el congreso nacional del PP Juan Manuel Moreno Bonilla deslice, sin venir a cuento, que Pedro Sánchez baraja convocar elecciones generales para hacerlas coincidir con las andaluzas en junio de 2026. El presidente andaluz busca posicionarse, hacerse aún más hueco en el partido, para lo cual no duda en apostar por unas primarias que opaque a la militancia y otorgue más peso a los compromisarios.
Pedro Sánchez es imprevisible, pero la hipótesis de adelanto electoral planteada por Moreno Bonilla parece, hoy por hoy, descabellada. El líder del PP andaluz sostiene que sería un intento de movilizar a la izquierda, al tiempo que afirma estar preparado para hacerle frente. Sin embargo, a pesar de que los últimos barómetros evidencian algo de desgaste de Moreno Bonilla, conservaría la mayoría absoluta… y si no es así, Vox está en condiciones de darle apoyo.
De adelantar las elecciones generales –que por otro lado Feijóo lleva años exigiéndolo-, éstas tendrían que convocarse a principios del segundo trimestre de 2026. Los ritmos de la política son frenéticos, con giros inesperados, pero los números no salen. El efecto revulsivo de María Jesús Montero como candidata socialista a la Junta no parece ser suficiente por el momento; con el problema añadido de que los votos a su izquierda que le harían falta para gobernar cada vez están más desdibujados. A nivel nacional sucede algo parecido y pensar que el PSOE podría gobernar con una izquierda a su izquierda debilitada es tan ingenuo como creer que Sumar –o lo que sea- y Podemos están reforzados.
Así pues, el delirio de Moreno Bonilla es una llamada de atención en los prolegómenos del cónclave del PP, una suerte de globo sonda con el que levanta su índice apuntando al cielo, recordando que es quien comenzó a teñir de azul el mapa de las autonomías, abrazando a la extrema derecha. Esta reafirmación de Moreno Bonilla se produce, además, en pleno debate de modelo de primarias en su partido.
El PP nunca ha sido ejemplo de democracia interna; tampoco le ha hecho falta, pues su militancia tiende a acatar en silencio. El problema es que este déficit democrático termina por traspasar el umbral de Génova 13, afectando a la política nacional y cuestionando gobiernos democráticos.
Si echamos la mirada a la elección de Casado, en la primera vuelta en la que votaba la militancia quedó por
detrás de Soraya Sáenz de Santamaría, que se impuso también a su archienemiga
María Dolores de Cospedal. En la segunda vuelta, en la que únicamente votan los
compromisarios, Cospedal maniobró para batir a su rival y poner en el trono a
Casado. Este modelo tan anómalo, en el que se
parte de una democracia general que termina siendo ‘corregida’ por una democracia
restringida, es único en todo el mundo; hacerlo a la inversa podría tener
más sentido, evitando que la última palabra esté teledirigida. Feijóo, por su
parte, no vivó este proceso pues llegó como un mesías tras la defenestración de
Pablo Casado, siendo candidato único.
Tanto Feijóo como Moreno Bonilla son partidarios del modelo de una única votación a cargo de los compromisarios. Desde su punto de vista, si a estos delegados los vota la militancia, automáticamente les otorga poder de representación para que elijan por ellos al líder del partido. Sin embargo, no todos los compromisarios son elegidos por la militancia. De los alrededor 3.200 compromisarios con que cuenta el PP, más de medio millar son natos, o sea, miembros de la Junta Directiva y una representación de los miembros de la comisión que organiza el congreso nacional. A esos compromisarios natos también hay que sumar otros tantos que salen de Nuevas Generaciones.
¿Por qué Moreno Bonilla tiene tanto interés en acallar a la militancia y dar más poder a los compromisarios? Sencillo: Andalucía cuenta con una 18% del total aproximadamente. Madrid, por ejemplo, roza el 8% y, para ninguna sorpresa, Isabel Díaz Ayuso prefiere que el voto de la militancia tenga más peso. A este respecto conviene destacar que el número de afiliados al PP es un incógnita.
Desde que en 2018, precisamente con las primarias que terminaría ganando Casado en segunda vuelta, se destapó la gran mentira de los 800.000 afiliados de que presumían José María Aznar y sus acólitos, pues apenas 66.000 militantes se inscribieron para participar en la primera vuelta. Cuando Feijóo acudió a las primarias en 2022, los afiliados inscritos no llegaron a 42.000, un 25% menos de los avales que el gallego había conseguido previamente.
Sea cual sea el dato real de afiliados que oculta el PP, lo que parece evidente es que manejar a unos 475 compromisarios con que cuenta Andalucía es mucho más sencillo que a varios miles de afiliados. Hacerlo es asegurarse de salida prácticamente un quinto del total de los votos en unas primarias, lo que supone un buen empujón. Habría quien diría que la moderación que se presupone a Moreno Bonilla, la misma de la que él presume hasta el hartazgo, se disuelve como un azucarillo en el café, prefiriendo unas primarias atadas y bien atadas, sin necesidad de introducir acciones correctoras como hizo Cospedal… pero no es así: para él, el voto de los afiliados cuenta, pero con moderación, evitando excesos de participación.
(Artículo en Público)
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