Donde Moreno Bonilla dice “estabilidad”, quiere decir “rodillo parlamentario”

 Moreno Bonilla durante la clausura del evento de CEA. – Junta de Andalucía

Juan Manuel Moreno Bonilla ya está en modo electoral. Si se cumplen plazos, estamos a ocho meses de las elecciones en Andalucía, pero el presidente de la Junta de Andalucía hace meses que activó los mecanismos para preparar el terreno hacia las urnas. El escándalo del cribado de cáncer o la convocatoria de elecciones en Extremadura no ha servido más que para echar más leña a la caldera… y ha disparado la presión. Mientras, en Génova saben que Moreno Bonilla continúa siendo un peso pesado del partido, pero no pueden ignorar la toxicidad que destila ahora mismo. De ahí el adelanto electoral de María Guardiola en Extremadura.

El PP ha pasado de pensar en un superdomingo electoral a descartarlo de pleno. En estos momentos, Guardiola en Extremadura y Jorge Azcón en Aragón no quieren tocar a Moreno Bonilla ni con un palo; tampoco a Carlos Mazón con su sarta de mentiras en torno a la DANA o a Alfonso Fernández Mañueco con su ineptitud ante los incendios. Los tres últimos tienen o han tenido problemas para la aprobación de sus presupuestos; Mazón optó por someterse a Vox, pero el resto ha de convocar plebiscitos si no quieren tirar por tierra la narrativa ejemplarizante de Feijóo con Guardiola y su “sin presupuestos no se gobierna”.

El caso de Moreno Bonilla es diferente. El PP disfruta de mayoría absoluta en Andalucía y eso le va a llevar a aprobar unos presupuestos para 2026 tan expansivos que nadie se cree salvo ellos. Las cifras gruesas importan: 51.600 millones de euros, más de 16.200 millones para Sanidad, 85.700 empleos nuevos… pero si se bajan los números a ras de suelo, la inversión sanitaria sigue rondando el tercio del total, como siempre. No sólo es cuestión de dinero, sino también de dónde se inyecta, y buena parte de éste va a los bolsillos de la sanidad privada.

Cuando ese alud de cifras que buscan apabullar se dan de bruces con la realidad, la ciudadanía ni se molesta en echar cuentas. Es lo que sucede con los más de 4.300 contratos sanitarios nuevos que ha prometido Moreno Bonilla y que absolutamente nadie, ni siquiera él, saben de dónde los va a sacar con las lamentables condiciones laborales en que la Junta tiene al personal de la Sanidad pública respecto a la privada.

Moreno Bonilla es muchas cosas, pero estúpido no es una de ellas. El último barómetro del Centro de Estudios Andaluces (CENTRA), elaborado antes del escándalo del cribado, ya deslizaba el arañazo que le pega Vox al PP. El líder andaluz es consciente de que su gestión está en entredicho. ¿Y qué hace? Además de activar una campaña inédita de publicidad institucional en torno a la Sanidad, agitar la bandera de la estabilidad. Lo ha hecho esta misma semana, delante un nutrido auditorio de empresarios durante el Día de la Empresa en Andalucía que organiza la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA).

El mensaje de Moreno Bonilla es claro: si se busca el crecimiento económico es imprescindible la estabilidad política y social y la única manera de conseguir eso es si “se construye desde las mayorías amplias”. Desmaquillado el mensaje y traducido con fidelidad a su verdadero pensamiento: “vótenme para dar otra mayoría absoluta al PP”. El presidente de la Junta sabe que si Vox crece lo suficiente, le hará sudar frío para volver a gobernar, entre o no entre a formar parte del gobierno el partido de extrema derecha. Por si las moscas, aunque todos los sondeos indican que es muy improbable, el popular también quiere evitar que exista una alternativa de gobierno progresista conformado por varios partidos. Del mismo modo que la izquierda azuza el fantasma del fascismo cuando se las ve negras, la derecha utilizan el de la inestabilidad.

Sin embargo, lo que le realmente ansía Moreno Bonilla es disfrutar del rodillo parlamentario que procura una mayoría absoluta, a la que enmascara bajo la careta de la estabilidad. Vayamos por partes, comenzando por el hecho que España precisa la reforma de su ley electoral tanto como respirar; con la vigente, los grandes beneficiados son PP y PSOE y, precisamente por ello, porque son quienes nos han venido gobernando en alternancia, jamás han mostrado la menor intención de modificarla.

Dicho lo cual, es menester desmentir que un Parlamento fragmentado lleve irremediablemente a la inestabilidad. Afirmar tal cosa se sitúa en la misma órbita de bulo de cuando la derecha afirmaba que subir el Salario Mínimo Interprofesional (SMI) aumentaría el desempleo y nos llevaría al fracaso. Bien, habiendo más que doblado el SMI, España jamás ha tenido tantos millones de personas trabajando y, hoy por hoy, lideramos el crecimiento en Europa.

Personalmente, soy de la opinión que un mayor número de partidos representando a la ciudadanía repercute positivamente en términos de calidad de la democracia. El Parlamento de Andalucía se compone de 109 escaños, lo que quiere decir que para obtener mayoría absoluta se precisan 55. En las últimas elecciones, el PP obtuvo 58 escaños con algo más del 43% de los votos, es decir, que la mayoría del electorado no eligió al PP y, sin embargo, esos millones de personas acatan las medidas del PP, absolutamente impermeables a las propuestas o matices que hacen el resto de los partidos que les representan.

En cambio, si el Parlamento fuera más plural, con los números en la mano, las mayorías estarían mejor representadas y, por tanto, la calidad democrática aumentaría. Hay un elemento esencial para el cumplimiento de esta ecuación, el consenso. Llegamos, al fin, al meollo de la cuestión: a las derechas les cuesta dialogar, son más de imponer y, por este motivo huyen de las coaliciones y los pactos como alma que lleva el diablo.

Al mismo tiempo, ¿por qué una mayoría absoluta ha de procurar más estabilidad que un gobierno de coalición? En estos momentos, con Andalucía en puestos de cola de todos los indicadores sanitarios, educativos, de empleo y de acceso a la vivienda, ¿qué estabilidad existe para la mayoría de la ciudadanía? ¿Puede ser que esa estabilidad de la que habla Moreno Bonilla únicamente la disfrute una minoría como la que esta semana componía su auditorio?

Asumir con el desparpajo con que la derecha hace que la pluralidad parlamentaria es sinónimo de inestabilidad y, con ello, de decrecimiento, es en realidad aceptar el fracaso de la clase política. Un Parlamento fragmentado no es más que reflejo de lo mandatado por quienes detentan la soberanía popular, es decir, la ciudadanía. Quienes componen ese Parlamento tienen el deber de hacer su trabajo, que no pasa por destruir, sino por construir buscando el equilibrio entre lo prometido a su electorado y la aritmética parlamentaria.

Nuestra democracia no es madura. Y la calidad de buena parte de nuestra clase política es responsable de ello en gran medida. Cuanto antes lo encajemos mejor nos irá.  Es un error identificar el apoyo o la cesión frente a otro partido como una debilidad; más bien al contrario, es un signo de fortaleza, de altura de miras que no se circunscribe al corto plazo, ni siquiera a una única legislatura. Faltan políticos con una visión integral y con verdadera vocación de servicio público, tanto a nivel autonómico, como vemos en Andalucía, como a nivel nacional. Defender a capa y espada la necesidad de mayorías absolutas para gobernar no es más que un atajo que, además, conduce en demasiadas ocasiones a resultados indeseados por la mayoría a la que se dice representar… como también vemos en Andalucía.

(Artículo en Público

Next Post Previous Post

Sin comentarios