Raseros políticos

Comienza uno a estar harto de la caradura que se gastan algunos políticos. En unos casos quieren ser iguales y en otras diferentes. En Alemania, quieren ser distintos: hace unos días se supo que Merkel y sus ministros, además de militares y altos funcionarios, iban a recibir una vacuna distinta del resto de los ciudadanos. El ministro alemán del Interior, Wolfgang Schäuble, se apresuró a negarlo, pero dos días después, la canciller tan sólo se ha limitado a decir que consultará a su médico de cabecera para decidir si se vacuna contra la gripe A y, en caso afirmativo, lo hará con la misma que los ciudadanos. La diferencia entre ambas vacunas son unos inmunoestimuladores que pueden alterar los efectos secundarios... y ya se pueden para quién es esta: para los ciudadanos.

Aquí, en España, algunos políticos quieren ser iguales: sorprenden las declaraciones de la presidenta del Parlament balear y ex presidenta del Consell de Mallorca (en la era Jaume Matas), Maria Antònia Munar. La que es presidenta de honor de Unió Mallorquina (UM) ha sido imputada por el caso Can Domenge de presunta corrupción urbanística. Ni corta ni perezosa y con total naturalidad, ha asegurado que "los políticos, por mucho que sean la presidenta del Parlament o fueran la presidenta del Consell antes, son personas como todo el mundo y han de dar respuesta ante los tribunales como cualquier otro ciudadano".

Se equivoca. Y mucho. Porque los políticos y más si éstos ostentan cargos públicos de la talla de los que ella ha desempeñado, tienen -o así debería ser- una consideración muy distinta: se les debe de exigir mucho más y, en este sentido, penas y castigos ejemplares si se demuestra su culpabilidad. Y ello porque cometen doble delito: el propio por el que se les juzga y la traición de la confianza al pueblo, a la ciudadanía y eso también debe recibir castigo.
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