Justicia sigue siendo masculino

Hoy es uno de esos días tristes donde los tecnicismos legales apestan. Hoy es uno de esos días en los que alguien ajeno, que ni conoces, ni conocerás, consigue que algo dentro de ti hierva. Hoy es uno de esos días en los que uno tiene la certeza de que no hace falta matar para ser asesino, en los que uno tiene la sensación de que la Justicia no es tal o que merecemos jueces mejores.

Hoy se ha sabido que el Tribunal Supremo rebaja la condena a un asesino por considerar que no hubo alevosía. Como cita El País:

El tipo, con orden de alejamiento como suele ser norma en estos casos, "intentó matar a su mujer entrando en su casa a las cuatro de la madrugada, con sus llaves y usando un plástico para levantar el pestillo de seguridad. Se dirigió al dormitorio de su esposa, de la que se estaba divorciando, y la golpeó y le retorció el cuello hasta creer que estaba muerta. Los hijos, de 13 y 15 años, fueron testigos. La mujer, milagrosamente, no murió. Quedó tetrapléjica y apenas puede moverse".

El efecto de la noticia aún es más demoledor si se viene de leer el blog de Inés Sabanés y su reconocimiento a la mujer colombiana, o la entrevista a Carme Valls-Llobet que firma Magda Bandera. Y, entonces, uno se da cuenta de que la nacionalidad es accesoria... ni siquiera el conflicto o la amenaza son trascendentes. El mero hecho de no ser hombre, basta.

Y el hombre es tan estúpido que parece no darse cuenta de que atenta día a día contra su propia evolución, contra su presente futuro. Porque, si acabamos con eso, ¿qué nos queda?
Nada.
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