Lapidación suspendida

Hay buenas noticias que tienen sabor amargo. Siempre lo tendrán. Es el caso de la suspensión de la lapidación de una mujer iraní acusada de haber cometido adulterio. Y es amarga por dos motivos: por el hecho de que tegamos que hablar de suspensión, porque eso delata la absurda existencia de una ley que hace mucho tiempo que debería haber desaparecido y, por otro, porque no se sabe si se ha cancelado definitivamente o tan sólo supone un aplazamiento.

Sea como fuere, Akineh Mohammadi Ashtiani, de 43 años y con dos hijos, permanecerá viva en la cárcel de Irán, donde lleva desde 2006. Ya entonces recibió 99 latigazos por haber mantenido relaciones con dos hombres tras haber enviudado.

Y en medio de este primitivismo legislativo a manos del gobierno iraní, surge EEUU y su prepotente papel de abanderado de la justicia. Mark Toner, portavoz del departamento de Estado, asegura que "la lapidación como medio de ejecución equivale a tortura; es algo bárbaro y un acto abominable". Ignoro si sólo le parece eso "como medio de ejecución" o en términos generales, pero se me antoja hipócrita escuchar esas palabras de un político cuyo país acaba de fusilar a un hombre hace tan sólo unas semanas.

Ojalá predicara con el ejemplo y eliminara de una vez por todas la pena de muerte. De hecho, ningún país que la contemple debería poder pertenecer a la ONU, pero ésta se encuentra tan decandente y en una estado de necesidad revisionista tan crítico que eso es poco menos que soñar.
Y yo sigo soñando.
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