La complicidad con la maldad

Sobrecoge la noticia de las más de 240 violaciones que cuantifica la ONU en una aldea de República Democrática del Congo (RDC) a manos de dos grupos armados, a pesar de que la misión de estabilización de la ONU en la RDC (MONUSCO) tan sólo se encontraba a 30 kilómetros del lugar de los hechos. Algo falla, es evidente. No es la primera vez que sucede algo parecido. En el caso del Congo lo venimos viendo desde hace mucho tiempo: en septiembre del año pasado la ONU no fue capaz de impedir que los ataques rebeldes desplazaran a más de 250.000 personas. Los miembros europeos culpan a las tropas, que en su mayor parte son indias y, éstas reiteran sus denuncias de falta de efectivos.

En el caso del Sáhara Occidental, la MINURSO tampoco ha tenido ningún efecto positivo porque, para empezar y gracias a Francia -dentro del Consejo de Seguridad-, ni siquiera se encuentra en su mandato el hacer respetar los Derechos Humanos. Y mientras en los países desarrollados, todo parece dar igual.

Hace tan sólo unas semanas leía en un periódico sudafricano cómo habían masacrado a unos mineros en el yacimiento ilegal de Aurora Grootvlei. Al parecer, fueron los propios guardias los que asesinaron a una veintena de mineros, abandonando allí mismo los cuerpos. Su delito, además de ser ilegales, tan sólo fue intentar sacar escondidas unas pepitas de oro. La mina es propiedad del sobrino del presidente Jacob Zuma y de un nieto del mismísimo Nelson Mandela. Pero estas noticias no llegan nunca a nuestros diarios.

Por todo eso, cuando leo algún artículo cuestionando o, incluso, ridiculizando las buenas intenciones de una 'flotilla' contra la ocupación ilegal de Marruecos -o de cualquier otra injusticia- no puedo menos que lamentarlo, porque si hay algo peor que la indiferencia o el conformismo es la complicidad con la maldad.
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