Ejércitos privados para guerras públicas

La guerra trae muchos negocios, no sólo la ventas de armas -de la que España, lamentablemente, sabe mucho-, sino también de los ejércitos privados. En EEUU (Blackwater, DynCorp), Reino Unido (Aegis) o Francia (Geos) es algo habitual y podría comenzar a serlo en España. No es ningún secreto que el jefe de Estado Mayor de la Defensa, (JEMAD), general José Julio Rodríguez, lleva mucho tiempo apostando por ello. Ya en 2008 aseguró que "en una época en que los ejércitos son cada vez más reducidos, cada hombre o mujer cuenta más que nunca y el objetivo es disponer de la mayor cantidad posible de personal para cometidos operativos. La externalización es buena solución y quizá, la única".

Y es que, efectivamente, existen demasiados conflictos para poder abarcarlos todos sin dejar al descubierto el propio territorio nacional, sobre todo, teniendo en cuenta que en muchos casos los militares actúan como meros guardias de seguridad en regiones como Latinoamérica. España, hoy por hoy, no cuenta con empresas con el potencial de una Blackwater, pero sí con más picaresca y, en este sentido, las empresas de seguridad están presionando para ser ellos quienes, a costa del Gobierno, realicen labores como controles de acceso a determinadas instalaciones en el extranjero.

¿Es una buena idea pasar a la privatización? En primer lugar y, aunque sea de perogrullo, lo que habría que hacer es evitar que surja el conflicto por la vía diplomática, algo que a todas luces está fallando de manera premeditada en España y el resto de las Relaciones Internacionales. Pero dado que surje el conflicto, quizás habría que plantearse que antes de recurrir a la privatización del ejército, habría que dejar de realizar ciertas misiones. A fin de cuentas, no parece tan claro que sea misión del Estado la protección de los empleados de empresas que quieren dar el salto multinacional. Sobre todo de ciertas empresas, con potencial suficiente para pagar seguridad privada.

Pero lo más preocupante es el caldo de cultivo que suponen este tipo de ejércitos privados de auténticos animales, de esos fanáticos por las armas y la violencia, de exmilitares expulsados de las Fuerzas Armadas o de candidatos que ni siquiera fueron admitidos por no cumplir el perfil psicológico. A las pruebas me remito, con el escándalo de Blackwater, que incluso tuvo que cambiar de nombre por Xe tras las matanzas de Bagdad. Y a pesar de ello, la compañía sigue creciendo, tanto como los conflictos: su millonario fundador está creando un ejército secreto en el emirato árabe de Abu Dhabi.

Y no podemos olvidar, claro está, los escándalos de financiación. El último es el que afecta a 17.000 millones de dólares del Fondo de Desarrollo para Iraq, administrado por EEUU para la reconstrucción del país y del que nunca se ha sabido. Todos los dedos acusadores apuntan hacia Blackwater y DynCopr como los beneficiarios reales de esos fondos. Y mientras, la población iraquí en un país asolado que aún se pregunta qué demonios es un arma de destrucción masiva.
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