La coca sagrada

Bolivia rompe con la ONU, al menos, en lo que a la Convención Única de 1961 sobre Estupefacientes se refiere. ¿El motivo? La hoja de coca. La Convención de las Naciones Unidas establece que mascarla es ilegal, lo que choca frontalmente con la actual Constitución boliviana (2009), que considera este cultivo ancestral, todo un patrimonio cultural, casi sagrado y niega que en su estado natural sea estupefaciente. Desde tiempos pretéritos la coca se ha usado para combatir el ‘soroche’ (mal de altura), como alimento, como medicina, incluso, como moneda. Los propios colonizadores españoles, cuando explotamos a los indígenas bolivianos en las minas, en lugar de pagarles salario les dábamos hojas de coca. Desde pequeños, sobre todo en la parte más occidental, la mezclan con la ceniza de otros vegetales y la mascan sacándole todo el jugo. Es cierto que existen sondeos nacionales públicos contrarios a la legalización, pero su tradición es innegable.

La ONU se había marcado el objetivo de erradicar el ‘akulliku’ (masticado de coca) en un plazo de 25 años, incluso, entre los indígenas del Amazonas y los Andes, pero está muy lejos de conseguirlo. A la tradición se suma, además, el narcotráfico del que el presidente Evo Morales se ha querido desmarcar siempre y, fruto de sus programas antidroga, Bolivia ha pasado de representar una cuarta parte de la producción mundial de cocaína a situarse en el 19%, superado por otros países como Colombia o Perú. Los propios datos de la ONU hablan de que el cultivo de hoja de coca tan sólo representa el 2% del PIB del país (unos 13.000 millones de dólares).  Así y aunque reste mucho camino por recorrer y el rastro de errores es notable, se han producido avances.

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