La Iglesia se hace Estado

Recuerdo cómo en el barrio madrileño en el que me crie, las monjas se hicieron con toda una manzana. Primero era sólo un colegio, luego, poco a poco, fueron comprando las casas de particulares hasta completar la manzana entera. Años más tarde, cuando me fui de casa, fui a parar a otro barrio en el que los curas eran los propietarios de un inmenso garaje. Alquilaban las plazas de aparcamiento, pero también las vendían, eso sí, a precio de oro y sin derecho a tenerlo en propiedad de por vida: pasados unos años, volvía a pertenecer a la Iglesia.

Por eso mismo, no me sorprende la noticia acerca de los miles de inmuebles que posee la Iglesia, aunque sí me inquieta la argucia legal que trata a los obispos, prácticamente, como funcionarios públicos. De manera silenciosa, siempre mirando más a los bienes materiales que inmateriales, los obispos han conseguido traspasar la línea que separa Iglesia y Estado, algo que para muchos abogados es anticonstitucional. Sin ahondar en tecnicismos legales, la primera pregunta que surge motivada por la propia actualidad es la siguiente: si posee tantos medios, tantos inmuebles, ¿por qué no los pone a disposición de los peregrinos que vendrán el año que viene a las Jornadas de la Juventud?

Así evitaríamos que Esperanza Aguierre convierta a Madrid y sus miles de colegios en albergues al servicio de un gigantesco campamento juvenil que financieraremos todos, incluidos los hosteleros que en mitad de una grave crisis ven como más de un millón de posibles huéspedes disfrutarán de alojamiento gratis.

Pero luego, dice Rouco, son los del Movimiento 15M quienes tienen problemas con el alma... al menos ellos tienen alma.
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