Las lágrimas de Juba

Era el día de Año Nuevo de 1956 cuando Sudán consiguió la independencia del amo británico y, sólo unos meses después, estallaba la primera de sus guerras civiles, que se prolongaría hasta 1973. Una década después, estallaría la segunda y duraría nada menos que 23 años, hasta que en 2005 se firmara el Amplio Acuerdo de Paz (Comprehensive Peace Agreement, CPA). En el camino, más de 2,5 millones de muertos y migraciones masivas. Así que no es difícil imaginarse cómo debe sentirse hoy la población de Sudán del Sur, que ayer mismo ingresaba en la ONU como el miembro 193 -y el estado africano número 54-, tan sólo unos días después de conseguir su independencia el pasado 9 de julio.

El Gobierno de Juba tiene mucho trabajo por delante, comenzando por lograr una identidad nacional que hoy por hoy no existe, en medio de la lucha por la tierra de diferentes grupos étnicos como los Dinka y los Shilluk y una carencia de infraestructuras atroz que dificulta la imprescindible gestión del agua. La ONU estima que cerca del 40% de la población de Sudán del Sur necesitó ayuda humanitaria de alimentos en 2010. Y mientras, ¿qué sucede en el Norte? Básicamente, tiene que hacer frente a los mismo retos, con el agravante de que el conflicto de Darfur continúa sin solución,  a pesar de que ayer mismo se firmó un  acuerdo de paz con el grupo rebelde Movimiento de Liberación y Justicia.

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