Perry no ve más allá de sus narices

Este fin de semana, el aspirante republicano a la Casa Blanca, Rick Perry, ha arengado a sus hordas con un mensaje belicista para combatir el narcotráfico en Méjico. El ultraconservador con alma de Tea Party -aunque aún sin carné- ha apostado por la intervención militar en Méjico para luchar contra el tráfico de drogas. El objetivo, en coordinación con las tropas mejicanas, “matar a esos carteles de la droga y mantenerlos alejados de nuestras fronteras”.

En la mente de todos figura Colombia y el apoyo militar que ha estado proporcionando EEUU desde hace años. Para Perry, un éxito; para la mayoría de los expertos, un fracaso. En 1990, el gobierno de Bush lanzó la Iniciativa Andina, un programa de ayuda militar para Colombia, Perú y Bolivia. A ese plan le siguió una década después el Plan Colombia, ya bajo mandato de Pastrana en  el país. Se trataba de un plan a cinco años, dotado con 4.000 millones de dólares y un doble objetivo: por un lado, reducir el tráfico de droga y, por otro, debilitar a la guerrilla. El plan fue un fiasco y, además, sirvió para reforzar a los grupos paramilitares. En 2003 llegó el Plan Patriota, ya con Uribe, concebido como la mayor ofensiva militar contra las FARC, al que sucedió el Plan Consolidación (2007).

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