A vueltas con el 25-S

Aún no ha tenido lugar la manifestación de mañana que hace un llamamiento a ocupar simbólicamente el Congreso de los Diputados (o a rodearlo), y ya ha sido de gran utilidad para desenmascarar de nuevo lo podrida que está nuestra Democracia. El hecho de que la Policía Nacional irrumpa en dos reuniones de ciudadanos, solicitando sus identificaciones sin motivo alguno es insultante; pero que ninguno de los dos grandes partidos políticos (PP y PSOE) denuncien esta violación del derecho constitucional de reunión es aterrador. Tan sólo algunos políticos de Izquierda Unida y la formación Equo se pronunciaron públicamente en contrar de estas actuaciones.

Que los partidos políticos que se jactan de representar a la ciudadanía no den la cara por ésta cuando más peligran sus libertades les hace perder credibilidad, la misma que han enterrado la inmensa mayoría de los medios de comunicación que no abordan esta cuestión. Y eso es muy grave. Y eso lo ha evidenciado el 25-S sin ni siquiera haberse celebrado todavía.

El Gobierno tiene mucho miedo al poder real que tiene esta ciudadanía, adormecida durante mucho tiempo y a la que una parte de ella está despertando a golpe de manifestación. Así se evidenció este fin de semana, cuando desde la Delegación de Gobierno de la Cifuentes se confundieron las prioridades, dando más importancia a escoltar un edificio vacío que a detener una batalla campal. Mal asunto cuando intimidar y amenazar libertades de ciudadanos pacíficos es más importante que defenderles. Alguien debería asumir la responsabilidad de lo sucedido este fin de semana.

Mañana puede ser un gran día. Algo me dice que el poder de convocatoria será menor de lo que quisiera y las amenazas del Gobierno y la Audiencia Nacional surtirán efecto. Pero igual me equivoco y, aunque no lo haga, la semilla está plantada y ha germinado y cuando florezca, todos esos que se creen demócratas de bien sentirán las espinas de esta revolución. Ya no se puede parar.

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