La religión impuesta

Parecía que tardaba en llegar pero, claro, son tantos los frentes abiertos en la reforma educativa de Wert que uno ya no sabe por dónde cogerla. Las movilizaciones contra la imposición de la religión en horario lectivo -con su alternativa, también impuesta, de ética- ya han llegado, promovidas por Europa Laica y más de un centenar de colectivos sociales, sindicatos, organizaciones de cristianos de base y asociaciones cívicas y educativas.

El mismo día que podemos leer una fantástica tribuna de Manuel Saco en la que llama a terminar con que "las iglesias permanezcan abiertas, sigamos subvencionando los colegios religiosos donde se perpetúa el adoctrinamiento de niños indefensos, la legión de parásitos clericales continúe impunemente saqueando el dinero público, patrimonio de todos".

Y no les falta razón, a pesar de que desde el Gobierno no les harán el menor caso. Ayer mismo, de hecho, el canal 24Horas de TVE decidió retransmitir en directo e íntegro todo el funeral por el sargento David Fernández Ureña, el mismo acto al que ni siquiera Rajoy acudió a pesar de no contar con ningún acto en su agenda. ¿Era necesario privar a los espectadores de la televisión que pagamos todos de las noticias? Aun cuando informativamente se justificara -que con mis respetos a la familia, no le veo interés que el PP parece otorgarle-, ¿acaso no se podía haber retransmitido ese funeral en internet de manera paralela al canal principal del 24Horas, en el que se dan las noticias?

En su lugar, hubo que tragarse la misa de un cura general castrense con serios problemas para pronunciar los plurales. ¿Puede haber mayor sinsentido que un cura militar? Así es la Iglesia, siempre presente allí donde se cuece el poder, para tener la influencia necesaria para hacer tropelías como la de esta nueva reforma laboral, para seguir saliéndose con la suya yendo en contra, incluso, del Tribunal Constitucional. Y esto es sólo el principio.

El desenlace es que cuando se impone una religión, como es el caso, la ola anticlerical republicana de antaño puede llegar a ser un juego de niños comparado con la que puede explotar, algo que ni la labor de Caritas puede amortiguar porque el pueblo en crisis no quiere caridad, quiere justicia.