Insultos a la Democracia

Ayer asistimos a un hecho inaudito en una democracia que se jacte de ser tal: la mordaza, inhibidores incluidos, para que no se hiciera pública la comparecencia de Mario Draghi, el presidente del Banco Central Europeo (BCE), en el Congreso. ICV grabó el discurso de Draghi y lo subió a internet, rompiendo con lo que a todas luces fue una desfachatez, una censura a la que sólo faltó detener a quienes publicaron el vídeo para recordar (a quien todavía no lo ve) de qué pasado maman realmente quienes nos gobiernan.

Los hechos tienen una importancia crucial pues vienen a mancillar el propio discurso del Gobierno del PP y sus tribunales, cuando surgen movimientos como el 25-S, acerca de la mal llamada 'Casa del Pueblo', del Congreso, donde sí es cierto que un día residió la soberanía popular, pero que hoy más bien cobija a un puñado de desalmados. ¿Cómo se explica si no que se impida a la ciudadanía conocer lo que dicta uno de los peces gordos europeos que nos exige sacrificios para seguir pertenciendo al club que representa (UE)?

Las palabras de Draghi no fueron, en realidad, más que otra sarta de mentiras y obviedades, desde hablar de los ajustes como "como un proceso especialmente doloroso y prolongado" para, cínicamente, sostener que éstos no sean soportados "de forma desproporcionada por determinados sectores o grupos de personas". Ni una palabra de impuestos a los ricos, de acabar con los paraísos fiscales o de tapar los mil y un resquicios fiscales que el Estado pone a disposición de las grandes empresas para que tributen menos que cualquier ciudadano normal.



Mientras, el presidente del Congreso, Jesús Posada (que ya demostró cómo se las gasta cuando quienes gritan y abuchean no son 'sus señorías' sino ciudadanos, de nuevo, normales, dió la orden de activar inhibidores de frecuencia para anular las señales Wi-fi y 3G, incomunicando a todo el que estuviera en el Congreso, periodistas incluidos a los que nadie avisó de antemano de la medida.

¿Y Rajoy? Rajoy en un encuentro organizado por The Economist, agarrándose al clavo ardiente de que "el reto es el crecimiento" después de haber demostrado que su austeridad sin estímulos ha empeorado aún más la situación. Y lo que es peor, también impuso su mordaza; esta vez no lo hizo vía pantalla de plasma, sino limitando a quien podía hacerle preguntas: sólo The Economist, ningún otro medio. Y con todo, todavía regaló a la ciudadanía perlas como "he incumplido mis promesas, pero al menos creo que he cumplido con mi deber". 

Se agota la paciencia del pueblo, que el Rajoy y sus adláteres han confundido con sumisión. Y algo me dice que pronto se llevarán una bofetada de realidad.
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