La excusa de la seguridad nacional

No deja de sorprenderme que todavía causen estupor noticias como las que ayer conocíamos: EEUU espía a sus ciudadanos, violando su privacidad de las comunicaciones tanto de móvil como de internet. Lo hace en pos de la seguridad nacional, como también lo hace desde hace tiempo el gobierno británico y cómo oficialmente lo propuso oficialmente Alberto Ruiz-Gallardón en España.

Nada nuevo bajo el sol. Nada que no supiéramos desde hace tiempo y, en concreto, desde los atentados del 11-S. Sin embargo, en una cosa tienen razón quienes alzan la voz estos días: que no nos coja desprevenidos no quiere decir que no nos rebelemos contra ello.

La excusa de la seguridad nacional es la coartada perfecta para que un Estado viole las libertades civiles más esenciales de los ciudadanos, como su privacidad. Y con todo y como queda demostrado a la luz de los últimos acontecimientos, con resultados poco óptimos. No hay que olvidar que los autores del asesinato a machetazos del soldado inglés en Londres habían sido investigados por Scotland Yard y, a pesar de ello, cometieron su crimen atroz.

Una Democracia jamás debería permitir que la privacidad de sus ciudadanos sea mancillada de este modo porque, traspasada esa línea, todo vale. Adiós a la presunción de inocencia, adiós al espacio íntimo del ciudadano que será espiado al libre albedrío de las autoridades que, hoy más que nunca, están al servicio de unos poderes que poco o nada tienen que ver con la verdadera democracia. Y eso, es muy peligroso.

Prueba de ello es, de hecho, cómo consiguen los aliados espiar a los ciudadanos: con la complicidad de los gigantes de internet. ¿Les sorprende ahora que durante tanto tiempo estos mismos gigantes hayan contado con el beneplácito de los Estados para eludir el pago de sus impuestos, para vivir en condiciones fiscalmente ventajosas y ser habituales de los paraísos fiscales?

La ciudadanía debe oponerse a este nuevo modelo de seguridad que, en realidad, genera una inseguridad absoluta al hacer lícita cualquier transgresión de los valores más esenciales de una democracia. Y ahí, una vez más, queda demostrado que lo legal, no siempre es lo correcto.
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