Desde el asesinato del periodista James Foley no he dejado de leer análisis parciales del incremento del yihadismo en Occidente y, más concretamente, en Europa. En buena parte de estas lecturas se describe el proceso de manipulación de las mentes de jóvenes musulmanes de familias desestructuradas que viven en suburbios
y encuentran en el yihadismo una suerte de integración, de pertenencia a
un grupo, equiparando el proceso al que siguen las redes de captación
de sectas.
Algo de verdad hay en esta teoría, pero no podemos
olvidar que en la raíz del problema se encuentra Occidente y la
impunidad con que éste actúa en el contexto internacional. EEUU, por
supuesto, se encuentra en punta de lanza, pero sus palmeros europeos
siempre están al quite para respaldar sus acciones. Ese ente al que
solemos llamar 'Comunidad Internacional' y que, por lo general,
únicamente se nutre de EEUU y sus acólitos, con demasiada frecuencia se
toma la justicia por su mano, pisoteando a conveniencia los Derechos
Humanos más esenciales y, lo que es peor, sin castigo alguno.
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