Lo que la nanotecnología puede hacer por ti... para bien y para mal
La Fundación COTEC recientemente publicaba su informe Informe COTEC 2014: Tecnología e Innovación en España del que KaosTICa
ya se hizo eco semanas atrás. Volvemos a retomar el tema porque en
dicho informe se dedicaba un amplio espacio a las denominadas ‘Tecnologías Facilitadoras Esenciales’ (TFE),
entendidas éstas como aquellas con un uso intensivo de conocimiento,
asociadas a una elevada intensidad de I+D, a unos ciclos rápidos de
innovación, a un gasto elevado de capital y a una mano de obra muy
cualificada.
Una de estas TFE es la nanotecnología, es decir, aquella disciplina que trata con estructuras de tamaño de entre 1 y 100 nanómetros en al menos una dimensión, e implica el desarrollo de materiales, estructuras o dispositivos de ese tamaño. Hablamos, pues, de materiales y tecnologías a escala atómica que se incorporan a diferentes industrias desde la construcción (en pinturas anti suciedad/anti bacterias o iluminación), la textil (en tejidos ultraligeros, supe aislantes o resistentes a rayos UVA) o la química (en fármacos micronizados, nano pigmentos o aerogeles) a la de automoción (en neumáticos reforzados, barnices anti abrasión o chasis adaptables), la electrónica (en memorias de alta eficiencia o pantallas basadas en nanotubos) o la medicina (en biosensores, recubrimientos de medicamentos o terapias contra el cáncer).
Al margen de los beneficios directos de su aplicación, se han depositado muchas esperanzas en esta tecnología, de la que algunos expertos de la Comisión Europea aseguran que para el año que viene generará una demanda de unos 2 millones de trabajadores en todo el mundo, aunque a diferente velocidad: mientras EEUU demandará entre 0,8 y 0,9 millones de trabajadores, Europa se moverá en cifras más modestas de 0,3-04, millones.
Tal y como indican los propios documentos que maneja la UE, “cuando se inhalan, las nanopartículas pueden depositarse en los pulmones y desplazarse hasta otros órganos como el cerebro, el hígado y el bazo; es posible que puedan llegar al feto en el caso de mujeres embarazadas. Algunos materiales podrían volverse tóxicos si se inhalan en forma de nanopartículas. Además, las nanopartículas inhaladas podrían provocar inflamaciones pulmonares y problemas cardíacos”.
¿Quiere decir esto que hay que lanzar la voz de alarma y tirar por tierra todas las promesas en torno a la nanotecnología? No, ni mucho menos, pero lo que tampoco parece lógico obviar es los peligros que puede entrañar y, sobre todo, el desconocimiento que aún tenemos acerca del comportamiento de las nanopartículas en el cuerpo (con la salvedad de las que están en suspensión y llegan a los pulmones y que pueden derivar en problemas respiratorios).
Buena parte de este desconocimiento viene del hecho de que resulta muy complicado medir la exposición a estas nanopartículas. Únicamente con ayuda de microscopios electrónicos es posible detectarlas y, además, para evaluar sus riesgos es preciso considerar múltiples aspectos, desde la exposición, a su capacidad de bioacumulación y y de desplazamiento por el cuerpo. En este sentido, muchas de las metodologías actuales son adecuadas, si bien es cierto que la UE precisa que “es posible que no sean suficientes para cubrir todos los riesgos”.
¿Pretende este post sembrar inquietud o miedo ante este nuevo escenario? En absoluto, como tampoco pretende comparar la nanotecnología con otros avances científicos que en el pasado aparecieron como un crisol de bondades -el DDT (dicloro difenil tricloroetano), por ejemplo-, y más tarde se descubrieron sus efectos nocivos. Tan sólo enciende un piloto de cautela y, sobre todo, a diferencia de lo que sucedía en el Informe COTEC, contar las dos caras de la misma moneda.
Una de estas TFE es la nanotecnología, es decir, aquella disciplina que trata con estructuras de tamaño de entre 1 y 100 nanómetros en al menos una dimensión, e implica el desarrollo de materiales, estructuras o dispositivos de ese tamaño. Hablamos, pues, de materiales y tecnologías a escala atómica que se incorporan a diferentes industrias desde la construcción (en pinturas anti suciedad/anti bacterias o iluminación), la textil (en tejidos ultraligeros, supe aislantes o resistentes a rayos UVA) o la química (en fármacos micronizados, nano pigmentos o aerogeles) a la de automoción (en neumáticos reforzados, barnices anti abrasión o chasis adaptables), la electrónica (en memorias de alta eficiencia o pantallas basadas en nanotubos) o la medicina (en biosensores, recubrimientos de medicamentos o terapias contra el cáncer).
Al margen de los beneficios directos de su aplicación, se han depositado muchas esperanzas en esta tecnología, de la que algunos expertos de la Comisión Europea aseguran que para el año que viene generará una demanda de unos 2 millones de trabajadores en todo el mundo, aunque a diferente velocidad: mientras EEUU demandará entre 0,8 y 0,9 millones de trabajadores, Europa se moverá en cifras más modestas de 0,3-04, millones.
No es oro todo lo que reluce
Sin embargo, y esto es algo que omite COTEC, no todo son ventajas cuando hablamos de nanotecnología. Existen una serie de riesgos potenciales que aún no son conocidos y que la propia Unión Europea enumera. No podemos olvidar que las nanopartículas producidas por esta ciencia emergente tienen las mismas dimensiones –o incluso menores- que determinadas moléculas biológicas, pudiendo llegar a interactuar entre sí. En este sentido, cuanto más pequeñas sean las nanopartículas mayor peligro pueden llegar a entrañar.Tal y como indican los propios documentos que maneja la UE, “cuando se inhalan, las nanopartículas pueden depositarse en los pulmones y desplazarse hasta otros órganos como el cerebro, el hígado y el bazo; es posible que puedan llegar al feto en el caso de mujeres embarazadas. Algunos materiales podrían volverse tóxicos si se inhalan en forma de nanopartículas. Además, las nanopartículas inhaladas podrían provocar inflamaciones pulmonares y problemas cardíacos”.
¿Quiere decir esto que hay que lanzar la voz de alarma y tirar por tierra todas las promesas en torno a la nanotecnología? No, ni mucho menos, pero lo que tampoco parece lógico obviar es los peligros que puede entrañar y, sobre todo, el desconocimiento que aún tenemos acerca del comportamiento de las nanopartículas en el cuerpo (con la salvedad de las que están en suspensión y llegan a los pulmones y que pueden derivar en problemas respiratorios).
Buena parte de este desconocimiento viene del hecho de que resulta muy complicado medir la exposición a estas nanopartículas. Únicamente con ayuda de microscopios electrónicos es posible detectarlas y, además, para evaluar sus riesgos es preciso considerar múltiples aspectos, desde la exposición, a su capacidad de bioacumulación y y de desplazamiento por el cuerpo. En este sentido, muchas de las metodologías actuales son adecuadas, si bien es cierto que la UE precisa que “es posible que no sean suficientes para cubrir todos los riesgos”.
¿Pretende este post sembrar inquietud o miedo ante este nuevo escenario? En absoluto, como tampoco pretende comparar la nanotecnología con otros avances científicos que en el pasado aparecieron como un crisol de bondades -el DDT (dicloro difenil tricloroetano), por ejemplo-, y más tarde se descubrieron sus efectos nocivos. Tan sólo enciende un piloto de cautela y, sobre todo, a diferencia de lo que sucedía en el Informe COTEC, contar las dos caras de la misma moneda.
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