Comerciar con tu ADN

Desde hace mucho tiempo venimos hablando de la importancia del big data, de cómo la capacidad analítica de ingentes cantidades de datos está llamada a cambiar el mundo. Algunas compañías, como IBM a través de su división Watson, ya han desarrollado sistemas nuevos que van más allá de los sistemas programables y se encaminan a los cognitivos, esto es, a los que más que programarlos, se les enseña.

La aplicación de big data en la Sanidad ya ha dado sus frutos, como vemos en la industria farmacéutica que, gracias a los avances tecnológicos de supercomputación y análisis, ha conseguido eliminar ciertas fases de desarrollo acortando los plazos de elaboración de los fármacos. Pero sin duda alguna, una de las grandes beneficidas del boom de herramientas big data es la genética.

En la actualidad, ya es posible conseguir una secuenciación completa en China por unos 300 dólares. Quedan muy lejos los 2.700 millones de dólares que costó el Proyecto Genoma Humano o, incluso, los 100.000 dólares que el propio Steve Jobs pagó por el suyo. El neurólogo y jefe de residentes del Hospital Universitario Ramón y Cajal, Ignacio Hernández Medrano, se muestra tan optimista que asegura que "antes de 2025 estaremos todos secuenciados genéticamente, sino al nacer, en el primer contacto con Atención Primaria". Una visión similar a la que ya tuvo en 2009 el CEO de Illumina, Jay Flatley, cuando pronosticó que para este año estaríamos en ese punto.

¿Cuáles son los beneficios de esta secuenciación? En líneas generales, el desarrollo de la medicina preventiva y personalizada, puesto que con esta información y gracias a cruzarla con infinidad de otros genomas, es posible identificar biomarcadores de manera individualizada, determinando si tenemos predisposición a padecer cáncer, Párkinson, etc. y desarrollar tratamientos personalizados. Ya se ha avanzado en esta línea; basta recordar la doble mastectomía preventiva de cáncer de mama de Angelina Jolie en 2013.

Sin embargo, aparece un lado oscuro en este ambicioso horizonte, que no es otro que la mercantilización de la medicina. ¿Estarán estos estudios genéticos al alcance de todos los pacientes? Y si lo están, ¿qué pasará con toda esa información tan sensible almacenada en sistemas electrónicos? Google, por ejemplo, ya ha desarrollado su Google Genomics para, no sólo almacenar, sino también compartir esta información en una gran base de datos libre y colaborativa. ¿Se nos enviarán correos electrónicos o mensajes de Whatsapp ofreciéndonos tratamientos personalizados para nuestras potenciales enfermedades?

El alud de empresas que van surgiendo al calor de la genética llama a la cautela: Google y Apple han creado CALICO (California Life Company) para luchar contra el envejecimiento y sus enfermedades asociadas; el mismo objetivo que tiene el magnate Craig Venter y su nueva empresa Human Longevity que secuencia el genoma de 40.000 voluntarios... Una cifra, por otro lado, muy lejos de los más de 800.000 clientes genotipados que la compañía 23andMe asegura tener. 23andMe es la compañía que fundó la exmujer del confudador de Google Serguéi Brin (Anne Wojcicki) y a la que la FDA (Food and Drug Administration) de EEUU le prohibió comercializar a finales de 2013 su kit de diagnóstico genético por no ofrecer garantías.

Las voces más alarmistas -y descabelladas- traen a la palestra argumentos como los que nos trajo Michael Bay en 2005 con su cinta La Isla. La compañía BGI, el anterior Instituto de Genómica de Pekín, se ha convertido en una de las grandes potencias en materia de secuenciación genética, más aún tras la compra de la estadounidense Complete Genomics en 2012. Hasta tal punto, que comienzan a aparecer conceptos como 'bioGoogle'. Hay que estar en guardia: ¿En qué consiste uno de los proyectos que está llevando a cabo? En la sencuenciación de más de 2.000 personas, mayoritariamente de EEUU, con conciente de inteligencia de al menos 160. ¿El objetivo? Buscar los genes que influyen en la inteligencia con fines, quizás, éticamente más que cuestionables.
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