La Democracia no es un sistema en el que el Partido Popular (PP) se
mueva cómodo. Máximas como que todos somos iguales ante la ley
(incluidos ellos) o que la soberanía popular descansa sobre la
ciudadanía no tienen fácil encaje en la concepción de Gobierno de los de
Génova. Algunos de los miembros del Gobierno nos lo recuerdan más a
menudo que otros, desde la vicepresidenta Sáenz de Santamaría y su
particular modo de entender la libertad de prensa a, sobre todo, el retrógrado ministro del Interior, Fernández Díaz, y su inclinación por la represión impune de Estado.
El
último ejemplo que ilustra que el Gobierno de Rajoy estaría más cómodo
en el poder hace 50 años lo encontramos en Melilla. Como ha sido
sobradamente probado por ONG como Andalucía Acoge, SOS Racismo o Prodein,
así como por diversos medios de comunicación, en las vallas fronterizas
se han estado cometiendo sistemáticamente violaciones de los Derechos
Humanos... sin olvidar cómo se asesinó a 15 subsaharianos a pelotazo
limpio en la playa del Tarajal de Ceuta. Ya entonces, Interior se dedicó
a mentir, manipular y ocultar la cruda realidad para que nadie asumiera
responsabilidades.
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