Adidas y Hugo Boss queman 90.000 esperanzas

Los productos que comúnmente llamamos "de marca" juegan con la exclusividad; es parte de su marketing. El mensaje es claro: "somos caros porque ésto no lo puede tener la chusma". Ni siquiera hablo de los productos de lujo, sino de marcas de ropa que no están al alcance de cualquiera y que, como las personas somos tan rematadamente estúpidas, las compramos pretendiendo destacar por nuestro envoltorio en lugar de por nuestro interior.

La llegada de Internet y el desproporcionado crecimiento que ha tenido en España el consumo de smartphones son, por un lado, una demostración de lo que digo y, por otro, una amenaza para esta exclusividad. Y digo una amenaza porque entorno a las aplicaciones móviles han ido surgiendo proyectos en los que mediante compras grupales se democratizan estas marcas exclusivas. La consencuencia de este fenómeno es que esas marcas tratan de cuidar aún con más celo su imagen de exclusividad... a toda costa.

Por eso, cuando hoy he leído que los compañeros de Iniciativa Debate informaban de lo sucedido en Galicia no me ha sorprendio, aunque no por ello haya dejado de provocarme naúseas. Según explican los compañeros, las autoridades se han incautado de 110.000 prendas falsificadas en el puerto de Vigo. Como productos falsificados que son, es comprensible que se evite su reentrada en el circuito comercial pero dado que ya han sido producidas, ¿por qué no aprovecharlas?

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