Somos estúpidos por naturaleza. El hecho de que el hombre sea un
animal racional no nos convierte automáticamente en inteligentes, sino
que nos facilita el potencial; en nuestra mano está aprovecharlo o no y,
a la luz de los acontecimientos, diría que no lo aprovechamos todo lo
que debiéramos.
Son muchos los españoles a
los que el conflicto del Sáhara Occidental les resulta indiferente.
Ninguno puede decir que le resulte lejano, pues cuando secuestran a 200
niñas en Nigeria rápidamente colgamos en Twitter el hashtag de turno. ¿Por qué no lo hacemos con una causa que implica a quienes fueron un día nuestros compatriotas del mismo modo que los son los de la provincia de al lado? No nos resulta lejano, no, sencillamente lo alejamos.
Si
echamos la vista atrás, vemos cómo comenzando por Juan Carlos I y
siguiendo con todos y cada uno de los presidentes de los sucesivos
Gobiernos democráticos se ha traicionado a los que un día fueron
españoles de pleno derecho. No se salva ni uno. Todos y cada uno
de ellos -ahora sumamos a la relación a Felipe VI- prefieren mirar en
dirección opuesta a los campamentos de refugiados saharauis y sentarse a
la mesa de Mohamed VI, al que perdonan una ocupación ilegal y
una larga lista de asesinatos, torturas y violaciones de libertades.
Dicho de otro modo, todos los mencionados anteriormente, comercian con Derechos Humanos, los de los saharauis, a cambio de mantener unas buenas relaciones comerciales/diplomáticas.
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