Ayer cogía por sorpresa la agresión que sufrió Mariano Rajoy en Pontevedra y
todo el mundo se preguntaba quién era el agresor. En pocas horas, los
medios ya tenían un completo retrato del joven de 17 años, tirando de su
huella digital en redes sociales y encasillándolo como un chaval conflictivo y violento. Hasta entonces, las elucubraciones se dispararon:
Podría haber sido un joven cuyo padre hubiera sido despedido -gracias a la reforma laboral del PP- sin indemnización
de una multinacional después de 30 años de servicio sólo porque los
beneficios iban a bajar; podría haber sido un estudiante sin posibilidad
de estudiar en la universidad por las subida de tasas y el recorte de
de becas; podría haber sido uno de esos beneficiados de los
1.500 empleos diarios que se generan en España, en concreto de dos en un
sólo día por tres horas cada uno de ellos.
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