En esta Europa nuestra en la que se habla de locomotoras económicas, de crecimientos del PIB y que llegó a lucir en 2012 el devaluado Premio Nobel de la Paz, asistimos con estupor cómo se mancha las manos de sangre, no sólo contribuyendo al estallido -y mantenimiento- interesado de conflictos bélicos sino, además, a después masacrar con su indiferencia a las víctimas de tales guerras.
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