Tu dispositivo parlanchín también escucha y graba


En plena ola de inquietud por cómo se vulnera nuestra privacidad, asistimos a la explosión de dispositivos parlantes en casa, los llamados asistentes virtuales, con Amazon y Google a la cabeza en el mercado de fabricantes de estos chismes. En las personas que no tienen ningún problema de movilidad reducida, estos parlanchines abren la puerta a la pereza, a que ni siquiera nos levantemos para encender la luz o poner en marcha el robot aspirador.  


Más allá de la reflexión sobre cómo hay cada vez más personas dispuestas a hacer cuanto sea posible para no levantar el culo del sillón, es preciso mirar hacia cuánto sacrificamos al apostar por este tipo de dispositivos. ¿Cuánta información de las personas recopilan los dispositivos y, por tanto, sus fabricantes? Mucha, quizá demasiada; por algo llevamos años escuchando aquello de que los datos es el nuevo petróleo, el nuevo oro negro. Una información, por otro lado, que si queremos que toda la cacharrería funcione del modo más óptimo, ha de estar lo más actualizada posible.

A través de las verificaciones del estado de los dispositivos que tanto Amazon como Google realizan regularmente, las multinacionales disponen de un mapa constantemente actualizado de los hogares y de sus rutinas, como cuándo se encienden las luces por la mañana, cuándo se regresa del trabajo, etc. Es importante remarcar que, en último extremo, si se producen estas prácticas intrusivas es porque previamente las personas usuarias han dado su consentimiento expreso.

Paralelamente, existe un problema añadido: estos dispositivos cuentan con múltiples componentes que proceden de terceros fabricantes que, quizás, podrían incluir puertas traseras a través de las cuales resultara más sencillo para un hacker explotar la información que recopila, sin que ni siquiera lo supieran ni Amazon ni Google. Por este motivo, las compañías comenzaron a exigir a estos fabricantes que les suministraran más datos sobre estos dispositivos inteligentes.

Otra de las inquietudes más extendidas entre l@s expert@s de seguridad en lo que se refiere a toda esta información personal se centra en su almacenamiento. El temor a que se produzcan brechas de seguridad en la nube de los fabricantes e intermediarios de estos dispositivos se acrecienta. Imaginen, para un/a delincuente, qué valiosa es la información de en qué momentos del día no suele haber nadie en casa. Con todo, l@s usuari@s siempre pueden acudir a la opción del borrado de su historial.

Para intentar paliar estos temores, Amazon ha comenzado ya a probar algunas funcionalidades como Alexa Guard, con el que el parlanchín avisa a su propietari@ si escucha ruidos que pudieran parecer sospechosos, desde una alarma a unos cristales rotos. Por otro lado, en caso de delito, la policía puede solicitar las grabaciones realizadas por los dispositivos para tratar de arrojar más luz sobre lo sucedido; de hecho, así ha sucedido ya en Reino Unido para esclarecer un caso de asesinato combinando las grabaciones con todos los metadatos de rutinas en el escenario del crimen.

La situación actual vuelve a evidenciar que la tecnología va muy por delante de las regulaciones. Hasta la fecha, ningún gobierno ha legislado en torno a este tipo de dispositivos y cómo pueden llegar a suponer un riesgo para la seguridad de las personas.
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