La automatización genera más desigualdad que productividad
Un nuevo estudio publicado por la Oficina Nacional de Investigación Económica cuestiona los beneficios de la automatización en los trabajos, asegurando que su aplicación desde 1980 ha impactado negativamente en la estructura salarial entre el 50 y el 70% de los caso en EEUU. Los autores, los economistas Daron Acemoglu y Pascual Restrepo, profundizan en trabajos previos que ya iban en la misma línea, poniendo en duda la ola tecnológica desenfrenada que está teniendo lugar. Tecnologías que favorecen la automatización, la Inteligencia Artificial (IA) o la robótica han terminado propiciando el despido o degradación de miles de trabajadores que, además, han visto empeorada su situación por la deslocalización de las grandes plantas de producción.
Como hemos apuntado en alguna ocasión, los empleados de menor cualificación son los más afectados por esta tendencia imparable que, lejos de detenerse, parece que irá in crescendo. La desigualdad se ha disparado y a medida que los titulados universitarios veían crecer sus salarios, los trabajadores con estudios básicos sufren ahora sueldos hasta un 15% más bajos que en 1980, según detalla este nuevo estudio… sino pasan directamente a engrosar las listas de desempleo. Algo de lo que incluso el Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés) alertó recientemente, al advertir cómo la pandemia de COVID-19 había acelerado aún más estos procesos de automatización.
Si al principio esta dinámica se percibió en las grandes cadenas de producción de industrias como la del automóvil, la IA ha venido también a eliminar puestos de trabajo de oficina: los llamados chatbots que prestan la atención al cliente de muchas empresas, han terminado por desembocar en el despido de todas esas personas que atendían en persona a los consumidores.
En contra posición de este discurso surgen voces que aseguran que tecnologías como la IA crearán muchos más empleos de los que destruirán; sin embargo, para que esto suceda, se requiere una formación altamente especializada cuyo acceso no es en absoluto igualitario. En esta línea, la tecnológica IBM publicaba un estudio hace algo más de un año en el que cifraba en más de 120 millones los trabajadores en todo el mundo que tendrán que volver a formarse en los próximos tres años, mirando espacialmente hacia la IA.
Una vez más, los colectivos más desfavorecidos se quedarán al margen de ese nuevo empleo, viendo cómo el que les daba de comer, sencillamente, desaparece. Y no son pocos los puestos de trabajo que se esfumarán; el propio WEF asegura que de aquí a 2025 la automatización se ventilará cerca de 85 millones de empleos. Esta destrucción se producirá desde un McDonald’s, en donde ya se ha comenzado a reemplazar en EEUU a las personas por kioskos digitales para hacer los pedidos en tienda, al sector de servicios financieros. Análisis, como los realizados por Wells Fargo, pronostican que sólo en el sector bancario –algo que vivimos estos días en España- se destruirán 200.000 puestos de trabajo en la próxima década.
Acemoglu y Restrepo proponen una metodología para cuantificar los efectos de esta automatización en la estructura salarial y en cómo hasta la fecha se ha destruido o desplazado más empleo que ganancias de productividad se han obtenido. Asimismo, invitan a realizar estudios similares que vayan más allá de EEUU, si bien es cierto que los resultados en otras economías arrojarán resultados casi clónicos en cuanto a la tendencia creciente de la desigualdad.
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