Feijóo y Abascal confirman el peligro que son para España


 Tras la primera sesión de investidura de Pedro Sánchez, si algo quedó cristalino es que ni el independentismo, ni la amnistía al procés son los mayores problemas de España. Frente a lo que mostraron Alberto Núñez Feijóo y Santiago Abascal, ambos se tratan de asuntos minúsculos. Los representantes de las derechas en España y sus respectivos partidos destilaron odio, agresividad y una retahíla de hipérboles absolutamente incompatibles con un gobierno responsable. Nuestra democracia no es un sistema perfecto pero, al menos, aún cuenta con mecanismos para contener estos riesgos. 

De Abascal nadie espera ni sentido de Estado, ni responsabilidad, ni decencia. El líder de Vox representa lo más indigno que ha pasado por el Congreso de los Diputados y Diputadas, superando en inmundicia moral a personajes como Blas Piñar. Por este motivo, su mejor actuación ayer fue la marcha de todo el grupo parlamentario de extrema-derecha después de que la presidenta del Congreso, Francina Armengol tuviera que llamarle al orden y le afeara que compara la actual situación de España con una dictadura y un golpe de Estado y a Sánchez con Hitler. Abascal, el mismo que despreció la democracia, se amparó en la libertad de expresión para mancillar la Cámara Baja. 

No funcionó y terminó reuniéndose con su hábitat natural, la turba que se congregaba a las afueras del Congreso y que obligó a que más de 1.600 agentes de Policía Nacional tuvieran que proteger el Parlamento. Pastorearía después Abascal a su hinchada hasta la sede del PSOE en la calle Ferraz, donde se produjeron nuevos incidentes, barricadas incendiadas y detenciones de quienes dicen defender España mientras intentan destruirla.

El caso de Feijóo es diferente, porque si bien nadie esperaba de él contención hacia Sánchez, sí al menos un mínimo respeto hacia la institución del Congreso. No la tuvo. Su tono chulesco, faltón, despreciativo con Armengol delata qué tipo de presidente hubiera sido. A pesar de los exabruptos soltados durante su intervención, la bancada de los socios de investidura mantuvo un comportamiento exquisito, sin interrumpir ni una sola vez al líder popular. Feijóo se creyó en el derecho de romper con el reglamento de la Cámara Baja y disfrutar de 10 minutos más para su intervención, alegando que era el tiempo que había tenido Óscar Puente (PSOE) durante su investidura fallida. La diferencia entre ambos es que Puente sí fue reiteradamente interrumpido por el PP, como también hizo ayer con Pedro Sánchez.

Si Feijóo se mostró arrogante, prepotente y profundamente irrespetuoso, su bancada se creyó en una tasca, pareciendo por momentos que incluso disfrutaban en el mismo Congreso de lo que suelan hacer en sus momentos de ocio. Abucheos e insultos a Sánchez y vítores desmesurados a Feijóo fueron la tónica general que les valió sucesivas llamadas de atención por parte de la presidencia del Congreso. La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, incluso, llamó "hijo de puta" al candidato y presidente en funciones. 

Así las cosas, la reflexión es obvia: si hacen gala de este comportamiento en las instituciones públicas después de que el pueblo español les haya negado la confianza para gobernar, ¿se imaginan cómo sería su proceder si hubieran llegado a La Moncloa? Prácticas de imposición, como vemos en regiones donde gobierna el PP como Madrid o Andalucía, serían llevadas a un grado superlativo, despreciando los más mínimos principios democráticos como ayer hicieron en el Congreso. 

La primera sesión de investidura no sólo sirvió para que Sánchez compartiera su proyecto de país que, efectivamente, se inicia con una ley de amnistía que es legítimo poner en cuestión y que habrá de ser el Tribunal Constitucional quien determine si se ajusta a ley, sino para evidenciar que España es afortunada por el fracaso de Feijóo. Las urnas no le dieron al líder popular ni los votos suficientes ni el apoyo esperado -aunque le cueste encajarlo-; ello, unido a su modo de entender la política, ese que ejercitó ayer, le han privado de la presidencia... y no su voluntad, como predica, provocando la sonora carcajada de Sánchez al recordarlo. 

Salvo imprevistos de última hora, Pedro Sánchez será investido hoy presidente. Si Feijóo y el PP quieren ser realmente útiles a España, "patriotas" como les gusta verse, es imperativo que comiencen cuanto antes a hacer una oposición responsable, respetando la Constitución, que ya es más de lo que llevan haciendo cinco años al bloquear la renovación del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ).

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