A más turistas, menos sanidad
Enfermar este verano en Andalucía será aún más peligroso de lo que lo fue el año pasado. La misma semana que conocemos que esta comunidad es la primera con peor servicio sanitario de España, el gobierno de Juan Manuel Moreno Bonilla ha anunciado un nuevo recorte en las contrataciones de personal sanitario para su plan de verano. En 2024, sindicatos y pacientes calificaron la situación de caótica; la consejera de Salud, Rocío Hernández, afirma que estos nuevos recortes responden al análisis de los servicios realizados el año pasado y a la mejora del Servicio Andaluz de Salud (SAS).
¿Se ha mejorado realmente la Sanidad pública andaluza? No. Moreno Bonilla ha conseguido ascender en el ranking: si en 2024, el informe de la Federación de Asociaciones para la Defensa de la Sanidad Pública (FADSP) situaba a la Comunidad Valenciana con peor servicio sanitario en toda España, este año Andalucía le ha arrebatado ese dudoso honor.
En 2024 las cifras revelaban que más de un millón de andaluces, el 12% de la población, esperaban cita para una consulta en un hospital o una operación. Sólo en los cinco años que entonces llevaba gobernando Moreno Bonilla las listas de espera subieron un 25%, pese al dispendio de dinero público desviado a la sanidad privada recurriendo a contratos a dedo. Los datos actualizados de este año elevan al 13% la población en lista de espera.
No parece, pues, que la mejora de la que habla la consejera Hernández sea real. De hecho, resulta excepcional el día que en Andalucía no se produce una situación en la que no quede evidente que la gestión sanitaria del PP resulta letal. Sólo en la provincia de Málaga, en las últimas semanas hemos visto cómo un paciente tuvo que esperar cuatro horas en el quirófano tras ser operado porque cada día hay un déficit de entre 60 y 70 camas en el hospital Regional de Málaga, según el sindicato Satse; cómo una alumna de segundo de Enfermería se tuvo que hacer cargo de toda la planta de Digestivo o cómo una mujer hubo de dar a luz a su bebé muerto sin recibir la epidural por falta de personal en el hospital Materno-Infantil.
Esta es la situación sanitaria de Andalucía durante el resto del año, sin la masificación turística que vivimos en verano. La tendencia natural de la Consejería de Salud es alabar su gestión sanitaria, algo que se da de bruces con el estado crítico en que está la Sanidad pública en esta comunidad. En cuanto al argumento de los servicios ejecutados en el verano 2024 para justificar los recortes de casi un millar de contrataciones este año, la realidad que vivieron la ciudadanía y los profesionales sanitarios es muy distinta de la que ha escogido el gobierno de Moreno Bonilla para instalarse.
Mientras desde la Consejería de Sanidad se hablaba de bulos para referirse a las denuncias del cierre de centros de salud, los sindicatos advertían del cierre de 200 centros y alarma en Atención Primaria: el 60% de los y las pacientes ni siquiera podían conseguir cita y el 40% restante, lo hacía a más de 10 días vista. La contratación de médicos había sido insuficiente.
Del total de 1.514 centros de Atención Primaria que sí abrieron, tan sólo 390 abrieron por las tardes. En los hospitales la situación no fue mucho mejor: uno de cada cuatro cierres de camas hospitalarias en nuestro país se produjo en Andalucía, con cerca de 2.500 camas, la mayor cifra de toda España. Todos los sindicatos denunciaron cómo la Junta no sustituyó ni bajas ni vacaciones. Tan extrema llegó a ser la situación que por primera vez la mayoría de la Mesa Sectorial convocó a 120.000 profesionales sanitarios a la huelga, realizando en junio un paro de tres horas seguido por el 75% del personal.
Todo eso que quedado en el olvido para Moreno Bonilla, a las puertas de un verano con menos recursos físicos y humanos en la Sanidad y un turismo de masas que, efectivamente, también enferma y precisa de atención médica. Sin ir más lejos, esta misma semana un británico de 25 años que estaba de vacaciones con sus amigos ingresó crítico de madrugada por precipitarse desde la terraza de su hotel en Marbella.
Según previsiones del propia presidente de la Junta, Andalucía superará este año los 37 millones de turistas, buena parte de los cuales llegan en pleno verano cuando los servicios sanitarios están aún más bajo mínimos. Determinadas localidades en las que se acusan los recortes llegan a duplicar la población en el periodo estival.
Dicho de otro modo, si durante el resto del año la situación demanda cada vez con más urgencia la aplicación de un artículo 155 sanitario en Andalucía, imaginen en verano, con menos recursos y el doble de población. Este déficit de recursos es generalizado, en la limpieza, el transporte… pero cuando hablamos de Sanidad, el resultado es letal. El consenso entre los profesionales sanitarios es rotundo: el retraso en los centenares de pruebas diagnósticas que arrastra el SAS deriva en peores pronósticos y dispara los costes de recuperación.
La sensación de la ciudadanía es de indignación y decepción profunda: ver cómo en Andalucía se siguen realizando regalos fiscales a los más ricos y el sostén de los servicios públicos recae sobre la clase trabajadora sin que ésta disfrute de la calidad que merece es descorazonador. Tanto como esa sensación de pagar con sangre, sudor y lágrimas unos servicios que colapsa el turismo de masas, de cuyo paso únicamente se benefician unos pocos.
Cuando esta turistificación le expulsa a uno de su ciudad, encarece el coste de vida y satura unos servicios públicos que no costea, ¿quién lo desea? Moreno Bonilla, el mismo que ayer se fue a ver la final de la Conference League 2025 entre el Real Betis Balompié y el Chelsea FC y hoy ha decidido faltar a su puesto de trabajo en la sesión del Parlamento andaluz. Entre el 23 de abril y hasta el 12 de junio, el presidente andaluz sólo se ha sometido a una sesión de control. En la rendición de cuentas es, pues, también moderado.
Moreno Bonilla, el mismo que durante el reciente acto celebrado en Madrid para atraer inversión extranjera se autoproclamaba “el primer comercial de Andalucía”, efectivamente mercantiliza, pero con nuestra tierra y nuestro bienestar, cada vez más dañado… y a precio de saldo.
(Artículo en Público)
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