La unidad de la izquierda tiene alma, falta el cuerpo
Hace apenas tres días que conocíamos que líderes y referentes de las izquierdas andaluzas reclaman a los partidos unidad frente a las políticas de Juan Manuel Moreno Bonilla (PP). Unidad, unidad y unidad. Se ha repetido tantas veces ese mantra que en ocasiones ha parecido vacío de contenido. El manifiesto titulado La unidad de la izquierda para defender la Andalucía de Blas Infante viene precisamente a llenarlo de contenido, con diez puntos concretos sobre los que parece imposible que un partido de izquierda no defienda y que les invito a leer. ¿Es realmente posible la unidad de la izquierda en Andalucía y, por extensión, en España?
El manifiesto, suscrito por cerca de 200 personas al cierre de este artículo, comienza exponiendo la cruda realidad que vive Andalucía y que venimos exponiendo en muchos de los artículos firmados por mi colega Raúl Bocanegra y en las columnas de este espacio. Datos objetivos que dibujan una Andalucía bajo mínimos en Sanidad, Educación, Dependencia, Vivienda… Tal y como indica el manifiesto, “las políticas que Moreno Bonilla lleva desarrollando desde hace seis años en Andalucía no difieren en el fondo con las empleadas por Ayuso en Madrid. Con semblante sonriente, vienen a atacar lo público, favoreciendo a las élites y perjudicando a la mayoría social andaluza”. El problema, además, es que Andalucía no se beneficia del efecto de centralidad que Madrid disfruta, lo que amplifica los efectos de estas políticas perniciosas.
Así las cosas, los firmantes de esta declaración sostienen que “no habrá justicia, igualdad y bienestar para todas y todos los andaluces con un gobierno de la derecha”, remarcando que “no habrá alternativa a la Junta de Moreno Bonilla sin una propuesta política de izquierda transformadora, unitaria, plural, andalucista, ecologista, feminista y con aspiración de gobierno”.
Sabemos el qué, el quiénes, el porqué, el para qué y el cuándo… sólo falta averiguar el cómo. “Aparcar los puntos y comas que nos dividen, acordar lo importante y dejar a un lado lo secundario”, como indica el manifiesto es más sencillo de decir que de llevar a término.
IU, Movimiento Sumar e Iniciativa del Pueblo andaluz (IPA) se anticiparon a este manifiesto y se pusieron manos a la obra a montar un proyecto político conjunto de cara a la próxima cita electoral. Podemos, una de las piezas más importantes que hoy sí está incluida en Por Andalucía, está por ahora al margen de esa iniciativa. Sin embargo, la secretaria general de la formación morada en Andalucía, Raquel Martínez, ha mostrado sin paliativos su apoyo al manifiesto. Eso, aunque parezca contradictorio, no es ni mucho menos sinónimo de adhesión a la iniciativa de IU, Movimiento Sumar e IPA.
Al mismo tiempo, Adelante Andalucía, el partido escindido de Podemos con marcado carácter andalucista y liderado por Teresa Rodríguez, continúa siendo un verso suelto que, pese a lo dura de su oposición, apenas cuenta con representación parlamentaria. Es otra pieza que sería interesante incorporar a la materialización del espíritu del manifiesto.
El proceso debería ser sencillo, especialmente dado el objetivo que se persigue y que pone en juego el bienestar de más de ocho millones de personas, pero es harto complejo. Detrás del consenso al decálogo que expone el manifiesto hay cocinados a fuego lento toda una suerte de egos, rencores, soberbia y, cómo no, necesidades económicas. Negarlo sería tan ingenuo como estúpido. Muchos de estos obstáculos se proyectan directamente en el electorado, en buena parte del cual sigue percibiéndose ansias de revancha contra otros partidos de izquierda, en lugar de dirigir esas energías a plantar cara a las derechas.
La clave del éxito para dar cuerpo al alma del manifiesto es la renuncia. Todas las fuerzas políticas, primero, han de ser conscientes de su posición y del músculo electoral que realmente tienen y; segundo, ceder parcelas de poder –o no ansiar las que no corresponden- en favor de la unidad. La fórmula es fácil de escribir y difícil de aplicar, pero no queda otra. Una de las piedras en el camino es que hay partidos y votantes que creen que yendo en solitario obtendrán mejores resultados que en coalición. En términos absolutos de escaños en el Parlamento andaluz con sus propias siglas es posible que así sea, en términos de representatividad de la izquierda y defensa de la justicia social, todo lo contrario.
Andalucía es una cita electoral crucial para España. Si se cumpliera el calendario, las elecciones deberían producirse en junio de 2026, un año antes de las elecciones generales. Sin embargo, Moreno Bonilla ha pasado de decir que Pedro Sánchez planeaba hacer coincidir las fechas de ambos comicios a indicar que, en caso de que Sánchez adelante el calendario antes de junio del año que viene, será él quien la mueva a la misma fecha.
No es, cómo afirma el presidente andaluz, por no hacer acudir a la ciudadanía dos veces a las urnas, sino por el peso que tiene Andalucía en la política nacional. Pese al desplome en prácticamente todos los indicadores sociales que vive esta comunidad, la mayoría absoluta de Moreno Bonilla parece resistir y el PP quiere aprovechar ese tirón.
Así pues, Andalucía puede ser quien marque el camino de la izquierda al resto del país, la que demuestre que sí es posible la unidad sincera, sin recelos ni rencores, con responsabilidad. De no hacerlo, no es que perdamos una vez más el tren; en esta ocasión, mucho me temo que lo haremos descarrilar.
(Artículo en Público)
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