El sector digital se difumina en las estrategias climáticas

 UIT

En plena celebración de una nueva cumbre climática, la COP30, todas las miradas se dirigen a Belém, puerta de entrada de la Amazonía brasileña. Hasta el próximo 21 de noviembre y con más escepticismo que nunca, los líderes tienen el desafío de consensuar un plan de acción común que frene el calentamiento global. Hasta el momento, estos intentos de consenso han fracasado. Las nuevas tecnologías juegan un papel esencial, no sólo como herramienta para medir y frenar las emisiones de gases de efecto invernadero, sino también como generadoras de las mismas.

Un reciente informe de la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT) ha puesto negro sobre blanco una de las asignaturas pendientes de los países que acuden a estas cumbres globales: el sector digital queda excluido de los objetivos climáticos nacionales de las Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC, por sus siglas en inglés). Las NDC son los planes de acción climática que cada país presenta bajo el Acuerdo de París para reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y adaptarse a los impactos del cambio climático.

A pesar de que su impacto es innegable, más aún con el uso intensivo de la nube (cloud computing) y de la Inteligencia Artificial (IA), los países no están cuantificando las emisiones específicas del sector digital y, por tanto, tampoco incorporan objetivos específicos para este sector. Hasta la fecha, para la elaboración de sus inventarios nacionales de GEI se han venido guiando en las metodologías avaladas por el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC), que ponen el foco en cuatro sectores principales: Energía, Procesos industriales y uso de productos (IPPU); Agricultura, silvicultura y otros usos de la tierra; y Residuos.

Según detalla el informe de la UIT, tan sólo Vanuatu, un país de Oceanía algo más grande que Murcia, cuenta con un capítulo aparte para las TIC (Tecnologías de la Información y las Comunicaciones), a pesar de que ya existen investigaciones que sostienen que las actuales emisiones de GEI del sector digital oscilan entre el 1,5% y el 4% de las emisiones mundiales, en la misma órbita que el sector de las aerolíneas.

Al no contabilizarse de manera aislada, en el mejor de los casos, las emisiones asociadas a las TIC se encuentran repartidas entre los cuatro grandes sectores que detalla el IPCC. De este modo y por citar un ejemplo, el desorbitado consumo eléctrico que demandan los centros de datos estaría contabilizado en la clasificación de Energía. Sin embargo, en ocasiones la UIT advierte que la huella digital permanece invisible y no se contabiliza, la reducción prevista de las emisiones se traslada entre sectores o, incluso, se caiga en la doble contabilización.

El sector de las TIC ha cobrado tal peso y entidad que debiera incorporar su propia contabilidad, en lugar de encontrarse diluida entre diferentes sectores. Ello fortalecería las estrategias nacionales hacia la descarbonización y fortalecería la credibilidad general de los compromisos climáticos, destaca la UIT. Además, es algo que irá a más, tal y como avanza la Agencia Internacional de la Energía (AIE), que proyecta un aumento interanual del consumo eléctrico de entre el 9% y casi el 30%. De este incremento, aproximadamente la mitad provendrá de los centros de datos, que ya entre 2022 y 2024 consumieron 415-460 teravatios/hora (TWh) de electricidad.

A pesar  de la complejidad de obtener y calcular con precisión las emisiones de GEI del sector digital, la iniciativa Green Digital Action de la COP29 comenzó a apuntar en esa dirección, llamado a realizar un seguimiento del impacto climático de las TIC. De hecho, el año pasado, la UIT y el Banco Mundial colaboraron en la elaboración del informe titulado Medición de las emisiones y la huella energética del sector de las TIC, en el que se incluyen datos sobre emisiones de los 30 países con mayores emisiones, así como estudios de caso sobre enfoques regulatorios. España estaba incluida entre ellos y, habiendo analizado a los cuatro principales operadores de telecomunicaciones, el estudio estimó que entre 2020 y 2022 de media emitieron al año 40.000 tCOe (toneladas equivalentes de CO) de emisiones de Alcance 1 (emisiones directas) y 43.000 tCOe de Alcance 2 (indirectas por energía comprada). En cuanto al consumo eléctrico, las operadoras llegaron a alcanzar en un solo año 2,76 TWh.

La UIT es uno de los organismos que más empuja para impulsar la creación de una base de datos sobre el consumo de energía y las emisiones de GEI del sector de las TIC, contando con diversos grupos de trabajo implicados en esa dirección. Además, y según se desprende de este informe, la UIT también trabaja activamente en el impacto ambiental de la IA, contando con un grupo de trabajo sobre IA sostenible, que identifica deficiencias en la medición para evaluar mejor el impacto ambiental de la IA.

A pesar de lo reflejado anteriormente, el informe de la UIT también destaca el papel esencial que están teniendo las tecnologías digitales para ayudar a los países a alcanzar sus objetivos de acción climática. El organismo internacional ha revisado 53 compromisos de las NDC, presentados entre enero de 2025 y el 29 de septiembre de 2025, que especifican metas para 2035. La conclusión es que, de forma abrumadora, los gobiernos sitúan la tecnología como un mecanismo fundamental para la implementación de sus compromisos climáticos durante la próxima década. Cerca del 90% de los países planea aprovechar las tecnologías digitales en sus estrategias climáticas nacionales. El mejor ejemplo de ello son las denominadas plataformas de MRV (medición, reporte y verificación), con las que los planificadores pueden diseñar medidas de adaptación específicas y mejorar los sistemas de alerta temprana.

En el documento se describe el caso de estudio de Brasil que, entre otras aplicaciones prácticas, está apostando por la digitalización de la planificación e inventario del uso del suelo, mejorando la transparencia en la gestión de los recursos terrestres, especialmente en unidades de conservación y territorios indígenas. En esta misma línea, los sistemas de monitorización satelital desempeñan un papel crucial en el control de la deforestación. Además, el gobierno brasileño no ha querido descuidar el equilibrio entre el despliegue de infraestructuras de comunicaciones y el impacto medio ambiental. Así, su proyecto Norte Conectado persigue desplegar 12.000 km de fibra óptica a lo largo de los cauces de los ríos en la Amazonía, llevando conectividad a comunidades ribereñas remotas sin la alteración ambiental que suele acompañar a estos proyectos. 

(Artículo en Público

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