El activismo libre escuece
En octubre de 2023 tuvo lugar en Granada la tercera Comunidad Política Europa (CPE). 45 dirigentes internacionales reunidos durante dos días para, prácticamente, irse con las manos vacías. Un fracaso europeo más que, a medida que han avanzado los meses, se ha ido evidenciando con más contundencia. Durante aquellos días, tres activistas del grupo ecologista Futuro Vegetal bloquearon un paso de peatones para protestar contra la inacción climática de la Unión Europea y su desenfrenada carrera armamentística. Más de dos años después, la Fiscalía de Granada pide para ellos casi dos años de cárcel.
720 días de prisión por desórdenes públicos. Es la pena que reclama la Fiscalía por detener el tráfico pacíficamente en la Avenida Reyes Católicos en un acto de desobediencia civil simbólica. No hubo gestos de intimidación, no se produjo el menor signo de violencia. Por este motivo, sorprende que se ponga encima de la mesa una pena tan dura más de dos años después y hace pensar que las motivaciones para ello son incompatibles con la justicia y, desde luego, la proporcionalidad.
Resulta inevitable recordar el colapso de autovías por parte de transportistas en un acto que ni siquiera contaba con la denominación jurídica de huelga, pues no contaba con el apoyo mayoritario de la representación sindical. Algo parecido sucedió con los agricultores y ganaderos, que bloquearon diversos accesos a las ciudades con sus tractores, o con los taxistas madrileños, que paralizaron el Paseo de la Castellana, una de las arterias principales de la capital. En todas aquellas movilizaciones sí hubo intimidación, violencia, agresiones… incluso fuego. Sin embargo, los oscuros resortes de la Justicia no se movieron ni con la celeridad ni con el afán ejemplarizante que sucede con los y las activistas de Futuro Vegetal.
Entre los tres ejemplos citados de protestas violentas y la vivida en Granada en 2023 hay otra diferencia crucial: aquéllas eran apoyadas e impulsadas por partidos políticos de derecha y extrema derecha; Futuro Vegetal en cambio, a pesar de contar con la simpatía de la izquierda (que no tiene el patrimonio del ecologismo, pero sí lo comparte), actúa de manera autónoma, por principios y sin buscar intereses particulares. Es activismo libre. Quizás ese es el factor diferencial que inspira unas y otras acusaciones en los tribunales… si es que se producen siquiera detenciones en el caso de las movilizaciones violentas.
Por otro lado, la sombra de irregularidades acostumbra a acompañar a las detenciones de activistas de colectivos como Futuro Vegetal. De hecho, en este caso específico y tal y como siguió de cerca la edición andaluza de El Salto, su abogada habló de “detención ilegal” hasta el punto de que una de las activistas detenidas ni siquiera había participado en el acto. No es la primera vez que en una protesta alrededor de las libertades civiles, el feminismo o el medio ambiente terminan detenidas personas que no participaban en las mismas, como sucedió con alguna de las identificaciones de ‘Los 6 de Zaragoza’.
La desproporción de las fuerzas del orden y la Justicia con Futuro Vegetal ha llegado al punto de tratar de tacharla de “estructura criminal”, y en su memoria anual la Fiscalía General del Estado la catalogó, junto a Extinction Rebellion (XR), dentro del apartado de “Terrorismo nacional”. Un despropósito. Ni una sola de las protestas de estos colectivos ha sido violenta o ha generado terror, más allá de ser preciso llamar en algunos casos al servicio de limpieza para retirar los restos de pintura lavable.
Ninguna de las acciones de estos movimientos infunde miedo; lo que sí lo infunde es el contenido de sus protestas, es decir, constatar que la emergencia climática en que nos encontramos está costando muchas vidas humanas, animales y vegetales; que el enriquecimiento de unos pocos se ha impuesto al bienestar general o que se confía más en las armas para alcanzar la paz que en el diálogo y el respeto por la legalidad internacional. Eso sí asusta porque es una amenaza para nuestra propia existencia y haríamos bien en agradecer, compartir y amplificar toda movilización que luche en su contra.
Auténtico terror produce ver actuar a una justicia que pide dos años de cárcel por bloquear un paso de peatones pacíficamente, mientras agresores violentos se van de rositas sin ni siquiera identificación. Eso sí que da miedo y cuando se repite en el tiempo sí conforma parte de una estructura cuyo calificativo, desde luego, parece estar reñido con la justicia. Sin embargo, quienes defienden estos dobles raseros, quienes continúan haciendo caso omiso de las advertencias que movimientos anticapitalistas, antiglobalización o ecologistas llevan años demostrando que son reales y tenían razón, han dado en hueso. Esa suerte de terrorismo institucional no consigue atenazar, no desmoviliza, no desactiva a una parte de la sociedad que vela por todas y todos, incluso por quienes cargan contra ellos.
(Artículo en Público)

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