Mucha IA y poca memoria

 

Kingston Technology

La incorporación de la Inteligencia Artificial (IA) a nuestro día a día ha traído consigo cambios en la fabricación de los dispositivos electrónicos. Entre otras capacidades adicionales, requieren más memoria, lo que ha propiciado que la demanda supere a la oferta y, en consecuencia, se ha producido una falta de suministro, como ya pasó con las tarjetas gráficas. Mucha IA y poca memoria, no sólo mental, sino física. Además, esta escasez se traduce también en un aumento de los precios que ya se está dejando notar en los ordenadores y teléfonos móviles.

Las aplicaciones impulsadas por IA que cualquiera puede utilizar en sus PC o teléfonos (smartphones) no se ejecutan en ese mismo dispositivo, sino en la nube, es decir, en servidores externos. De ahí el problema de la privacidad, porque cada vez que alguien sube una fotografía a una de estas aplicaciones, bien para aplicarle un filtro o convertirla en animación, pierde el control sobre ella y puede ser reutilizada. Por este motivo, la tendencia actual por parte de los fabricantes es dotar a estos equipos de la potencia necesaria para ejecutar ciertos servicios de IA en modo local, sin recurrir a la nube. Y eso, requiere más memoria, que representa entre el 25% y el 18% del coste de los PC y los smartphones con IA, respectivamente.

Según la firma DRAMeXchange, en noviembre el precio de la memoria DRAM (la que conserva la información mientras el ordenador está encendido) llegó a superar de media los 8,1 dólares, lo que supone un 15,7% más que el mes anterior. Desde septiembre de 2018 no sucedía algo parecido con este tipo de memoria (DDR4 de 8GB). Otro tipo de memorias, los productos flash NAND que se utilizan en las tarjetas de memoria y las memorias USB (pendrive) también dispararon su precio un 19,3%, hasta rozar los 5,2 dólares.

En el caso de la memoria DRAM de quinta generación DDR5, que ya de por sí introduce un incremento de costes en la fabricación de PC y smartphones, noviembre ha sido un mes de auténtica locura, hasta el punto de que un pack  de módulos de 64GB llegó a alcanzar los 500 dólares, más que una Sony PlayStation 5. A medida que los grandes centros de datos demandan más y más memoria, se produce un efecto dominó en toda la industria y escasea. En algunos casos, el precio de la DDR5 ha subido entre un 120% y un 200% en lo que va de año.

Ante esta situación y aunque los principales fabricantes ya han comenzado a hacer acopio de productos para no sufrir problemas de suministro, ya hay fabricantes que, en la presentación de sus últimos resultados trimestrales, deslizaron que se debaten entre reducir la capacidad de memoria de sus equipos o subir los precios… o ambas. Tanto en el segmento de ordenadores como de los teléfonos móviles estas subidas de precio ya se han percibido en el mercado, no sólo en la gama alta, donde puede dispararse el precio hasta un 15%, sino también en la más económica, especialmente a los dispositivos Android de gama baja y media.

La consultora IDC se pone en lo peor y, ante la escasez de memoria, teme que por algunos modelos de smartphone se pueda llegar a pagar hasta 70 dólares más. No sólo eso, sino que debido a la escasez de componentes ha revisado las previsiones de crecimiento para 2026, pasando de un crecimiento del 1,2% a una caída del 0,9%.

Dado el consumo creciente de aplicaciones de IA, el impacto de esta escasez de productos podría extenderse más allá de 2026, afectando incluso al sector del automóvil. Hay que tener en cuenta que gigantes como Amazon (AWS), Google y Microsoft acostumbran a reservar el suministro para sus centros de datos con, incluso, años de antelación, lo que anticipa una escasez prolongada. Los fabricantes de memoria DRAM, sencillamente, no van a dar abasto para poder satisfacer las necesidades comerciales de PC o smartphones si antes responden a las empresariales de estos gigantes tecnológicos. ¿Y si se construyen más fábricas?, pensará algún iluso. Tampoco sería solución, levantar desde cero unas instalaciones de este tipo, además de requerir una gran inversión, puede llevar hasta tres años, precisando algo más para alcanzar su máxima capacidad de producción.

Claro, que si estalla la renombrada hasta la saciedad ‘burbuja de la IA’, quizás las aguas vuelvan a su cauce. Si llega ese momento, muchas organizaciones enfrentarán otro problema: ¿qué harán con el exceso de hardware y/o capacidad de computación que han adquirido y que ya no les hará tanta falta? No adelantemos acontecimientos, ya se cruzará ese puente cuando toque. En todo caso, lo que sí es ya una realidad es que esta ola desenfrenada de uso de IA está devorando recursos a pasos agigantados, con el consiguiente coste. Y no me refiero sólo al precio.

(Artículo en Público

Next Post Previous Post

Sin comentarios