Europa mira hoy de reojo a Grecia, aunque no se atreva a hacerlo directamente a los ojos. Desde Bruselas hay miedo a una victoria de Syriza
en la primera ronda de las elecciones presidenciales y, precisamente
por ello, su maquinaria propagandística ha comenzado a mover sus
engranajes. El propio presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, ha tenido la desfachatez de desplegar una estrategia del miedo entre los griegos, atemorizándoles con sacarles él mismo del euro si el partido de Alexis Tsipras se hace con el poder.
Precisamente
Juncker, que es el primero que tendría que haber salido por la puerta
de atrás de la Unión Europea después de su implicación directa en el
escándalo de LuxLeaks (y que si sigue ahí es, paradójicamente, gracias al apoyo socialista).
Juncker es un perfecto reflejo de lo que ha sido la política dictada
por Bruselas -o sea, por Merkel- a Atenas: mientra se declara "amigo de los griegos", lo que han propiciado sus planes de austeridad ha sido miseria y desgracia.
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