El precio (injusto) de defender derechos humanos

 Gonzalo Cases

El pasado 13 de enero, la actriz vasca Itziar Ituño se sumó a un acto de la plataforma Sare en favor del fin de la dispersión de los presos de ETA. Este hecho ha provocado que marcas como BMW Lurauto o Iberia retiren su confianza (y dinero) en esta figura pública para promocionarse. Sin embargo, la verdadera noticia no es esa, sino la avalancha de insultos y amenazas que la actriz ha recibido por apoyar el fin de una discriminación que no tiene ya justificación alguna.

Cuando una marca contrata la imagen de una persona famosa suele intentar asociar sus valores de marca con las cualidades de la celebridad o, incluso, del personaje que encarna en el caso de actores y actrices. El viaje es de ida  y vuelta, porque quien se presta a ser la imagen de una marca es porque ésta, al menos, no agrede sus valores. BMW Lurauto e Iberia han decidido dejar de hacer negocios con Ituño, simple y llanamente. La cancelación a la actriz vasca se produce porque ambas marcas consideran que pueden verse perjudicadas después de que ésta haya encabezado la manifestación de la plataforma Sare.

Si cuando contrataron sus servicios, aprovechando la popularidad que fundamentalmente adquirió por su participación en la exitosa serie La Casa de Papel, mandaban un mensaje al público consumidor, cuando cancelan también. En el caso de BMW Lurauto, su comunicado no puede ser más hipócrita, jactándose de su “compromiso con la diversidad, inclusión y el respeto al 100% de la sociedad”… salvo que se defienda que se acabe con la dispersión de presos de ETA que, a día de hoy, está absolutamente injustificada y supone un acto discriminatorio respecto al resto de población reclusa. Los valores de este concesionario son claros y es responsabilidad del consumidor actuar en consecuencia.

Contratar o cancelar campañas retrata no sólo a los personajes, sino también a las marcas. Si una empresa cancela una campaña de publicidad por algo que, objetivamente hablando, defiende nuestro Estado de Derecho, como es este caso en cuestión, parece evidente que la moral de dichas marcas es cuestionable. La cancelación de Ituño nada tiene que ver con la realizada por la cadena de ropa H&M con Kate Moss en 2005, después de que se publicaran fotos de la modelo esnifando cocaína… como tampoco nada tiene que ver con la contratación de Rafa Nadal como embajador de la Federación de Tenis de la dictadura de Arabia Saudí.

Como he referido en múltiples ocasiones en este espacio, la medida extraordinaria de dispersar presos de ETA tuvo sentido alguna vez, cuando la banda terrorista estaba activa y extendía su red por las prisiones españolas. Mantener esa dispersión ahora, más de una década después del fin de ETA, es un castigo añadido para las personas presas y sus familias que no se contempla en sus condenas. Es, pues, injusto e injustificado y reclamar el fin de tal dispersión parece un acto loable, una cuestión de derechos humanos.

Titulares mezquinos, fuera del espacio de Opinión, como los de El Mundo al referir Itziar Ituño, una activista en un anuncio de business class, también dan una idea clara de la calaña del medio. Recupera el manido topicazo de que la gente de izquierdas solo ha de vestir de pana y no puede comer gambas. Un planteamiento absolutamente asqueroso, con olor a cerrado, retrógrado y pasado de carajillos.


Más allá de la cancelación, con la que Ituño lleva lidiando años por su activismo tal y como relató a este medio durante su participación en FiSahara (Festival Internacional de Cine del Sáhara Occidental), lo más preocupante es la cantidad de insultos y amenazas que ha recibido, simplemente, por reclamar justicia. Muy acertadamente, el Gobierno vasco ha salido al paso recordando que “esa manifestación cumplía todos los requisitos que impone la legalidad y las personas que participaron en ella tienen el derecho a manifestarse y a la libre expresión de sus ideas y opiniones”. Especialmente, diría yo, cuando esas ideas y opiniones reclaman una cuestión de derechos humanos, como es el acercamiento de presos. Este no debería ser el precio de defender la justicia, lo ético; no asumamos tal cosa.

Con todo, preocupa pero no sorprende que los sectores menos democráticos y más fascistoides que pueblan las redes sociales y medios de comunicación cargaran irrespetuosamente contra Ituño o que las hordas de HazteOir iniciaran una campaña para mandarla al paro. Nada nuevo ni bajo ni cara el sol. Tampoco coge por sorpresa al torrente de la naturaleza que es Ituño, a la que tuve la fortuna de conocer en persona en la última edición de FiSahara, demostrando la pasta de la que está hecha: “Si eres, eres. Y cuando vas contra lo que eres, enfermas. A pesar de que se te caigan trabajos, de que haya malas miradas e incluso amenazas. Pasas momentos duros, pero qué más quiere la gente que defiende una injusticia que nos callemos. Y no. Hay que arriesgarse y que ladren todo lo que quieran.

(Artículo en Público)

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